lunes, 11 de julio de 2016

RECURSOS NATURALES: ¿maldición o impulso al desarrollo?

A lo largo de los años se ha hablado de la “maldición de los recursos” para referirse a la idea de que la abundancia en recursos naturales de un país tiene efectos netos negativos para el desarrollo de ese país. Pero una reciente investigación encuentra que es en realidad otra la razón de la pobreza, bajo crecimiento y subdesarrollo que padecen ciertos países ricos en recursos naturales.
En la búsqueda por entender esta aparente paradoja, estudiosos encontraron que la veracidad de la teoría de la “maldición de los recursos naturales” dependía del tipo de variables usadas en las investigaciones para probarla.
Pero los investigadores Ricardo Restrepo, Carlos Vazquez y Karen Garzón, de la Universidad Nacional de Educación (UNAE) y del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) del Ecuador, en un trabajo conjunto, buscaron mejores métodos y mejores respuestas.
Lo que encontraron fue que en realidad la abundancia de recursos naturales está correlacionada positivamente con el desarrollo: “el impacto estadístico causal neto de abundancia en recursos naturales está lejos de ser una maldición para el desarrollo, y por el contrario, es de hecho una bendición. 
“Sugerimos, alternativamente, que lo que parece una maldición de los recursos es más que nada un robo a escala global, apoyado poderes imperiales o coloniales”, dicen, resumiendo su hallazgo.
Midiendo los recursos y midiendo la “maldición”
La idea principal fue medir la abundancia en recursos naturales por un lado, y medir el desarrollo/subdesarrollo por otro, para luego analizar la relación entre el ingreso promedio generado por los recursos naturales por persona y una amplia variedad de indicadores de desarrollo.
Para medir la abundancia en recursos, los investigadores usaron datos del Banco Mundial sobre sobre PIB per cápita y sobre el porcentaje del PIB proveniente de los recursos naturales en el mundo, obteniendo así el promedio de ingresos anuales per cápita provenientes de los recursos naturales entre 1970 y 2010, para 183 países. 
Para medir el desarrollo, o la “maldición” en términos de subdesarrollo, utilizaron una variedad de indicadores: Ingreso Nacional Neto Ajustado, PIB per cápita, índice Gini (desigualdad), Pobreza, Índice de Desarrollo Humano, Índice de Prosperidad, Índice de Progreso social y el Índice de Fragilidad Estatal. Todo esto en una escala global y analizando el periodo entre 1970 y 2010, con datos provenientes principalmente del Banco Mundial y de las Naciones Unidas (ONU).
Luego, los autores del estudio realizaron una serie de análisis econométricos y estadísticos para buscar las relaciones existentes entre las variables e indicadores mencionados, encontrando que los datos no sustentan la teoría de la “maldición”; al contrario, parecen mostrar que los recursos naturales son “un factor importante para el desarrollo”.
El rol de las potencias extranjeras
Según Restrepo, Vazquez y Garzón, “los países con mayores ingresos provenientes de recursos naturales tienen probabilidades más robustas de tener un estado de desarrollo más alto que los países con poco ingreso de los recursos naturales”.
Sin embargo, reconocen que por un lado “hay países con gran riqueza natural cuya población vive en la miseria y donde los recursos se han convertido de activos a pasivos”, y por otro “también hay países con pocos recursos naturales cuya población vive en abundancia”.
Sobre el primer caso, citan los ejemplos de países que viven o vivieron regímenes autoritarios que favorecieron el saqueo de los recursos naturales en favor de países y empresas extranjeras, y de las élites locales: Nigeria entre los años 1970 y 2000, Guinea Ecuatorial desde 1979 hasta la actualidad, Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet (“le tomó casi 2 décadas de dictadura militar para alcanzar los niveles de PIB per cápita logrados por Allende, según datos del Banco Mundial”), Ecuador bajo la dictadura militar de los años 60, Irán entre 1953 y 1979, Arabia Saudí en la actualidad.
Del segundo caso quizá el ejemplo más sonado es Suiza, país mediterráneo y aparentemente sin acceso a recursos naturales, cuyo ascenso al nivel de desarrollo que tiene hoy en día se dio principalmente durante la primera mitad del siglo XX.
“Particularmente en las dos Guerras Mundiales, Suiza adquirió una posición privilegiada en gran medida gracias al oro, en este caso basado en el robo”, dicen los investigadores. Debido a que varias víctimas del nazismo reclamaron propiedades a los bancos suizos, el gobierno suizo formó una Comisión Independiente de Expertos para investigar.  
En 2002, en referencia a los recursos naturales, particularmente el oro, dicha Comisión concluyó: “En lo concerniente a los envíos de oro provenientes del Banco alemán Reichsbank, es aparente que los lingotes robados entraron al país con el conocimiento de individuos del más alto nivel, pese a haber ingresado a través de rutas secretas”. 
Así, Suiza se benefició de recursos naturales (oro) y basó en gran medida su actual privilegiada posición de país desarrollado en la acumulación y aprovechamiento de esta riqueza robada.
Por otra parte, para entender el contexto histórico del subdesarrollo, los investigadores consideran que es importante recordar siempre tres elementos cruciales.
El primero, que muchos países en vías de desarrollo experimentaron un pasado colonial, caracterizado por la extracción de riquezas naturales transferidas desde las colonias hacia Europa y EEUU. Segundo, que en los orígenes del desarrollo, Europa y EEUU eran altamente intensivos en el uso de sus recursos naturales, frecuentemente extraídos de sus colonias. Y tercero, que existe la expectativa de que en la medida que un país se vuelve más desarrollado, se vuelven menos intensivos en el uso de sus recursos naturales como porcentaje total de la producción.
“Si todo eso es cierto, uno puede suponer que los países en desarrollo necesitan ser más intensivos en el uso de sus recursos naturales ahora que los países desarrollados;  aunque debemos resaltar que los países desarrollados poseen hoy en día muchos más recursos naturales que los países en vías de desarrollo en términos absolutos per cápita”, agregan.
El robo a la propiedad de la gente
El académico estadounidense Leif Wenar argumenta que en los casos donde parece haber una “maldición de los recursos naturales”, es más probable encontrar la causa real del problema “observando cómo las prácticas humanas corregibles en la economía global, particularmente el robo, generan resultados indeseados respecto al desarrollo”.
El problema central, dice Wenar, está en el hecho de que los regímenes represivos, los gobiernos y las empresas internacionales violan sistemáticamente los derechos de propiedad de las personas que son dueñas de los recursos naturales; “esos derechos de propiedad están en el corazón del comercio, donde ahora en su lugar está el robo”.
¿A qué se refiere Wenar con que los recursos son propiedad de la gente? El derecho de propiedad de la gente sobre los recursos naturales está consagrada en los primeros artículos del Convenio Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y del Convenio Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ambos de las Naciones Unidas. 
En el primer caso, el artículo dice que “Todos los pueblos tienen derecho a la autodeterminación. Por virtud de ese derecho, determinan libremente su estatus político y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural”. El artículo del segundo Convenio dice: “Todos los pueblos pueden, para sus propios fines, disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales (…)”. 
Por tanto, los recursos naturales de un país le pertenecen a los habitantes de ese país. Restrepo, Vazquez y Garzón observan que si un gobierno vende las riquezas naturales de un país en contra de la voluntad de su gente, esto equivale a robarle a ese país, y que por ende “los compradores extranjeros están traficando con bienes robados”.
Según Wenar, estas violaciones a los derechos de propiedad de la gente son luego “legalizadas” en el comercio internacional: “Cuando se intercambian los recursos por dinero, el comprador adquiere no solo la posesión del recurso, sino también todos los derechos y libertades de un propietario, que están protegidos por las cortes y fuerzas policiales de todos los demás países”.
El derecho a usar los recursos naturales
Restrepo, Vazquez y Garzón hacen notar que “los países centrales desarrollados, que han sido la principal fuente de emisión de CO2 en el mundo y que han cosechado los mayores beneficios de ello, moralmente no pueden demandar que los países periféricos se abstengan de usar sus recursos naturales, que son vitales para su desarrollo, sin una justa compensación”. 
El mito de la “maldición de los recursos naturales” no puede ser usado como una justificación para que los países pobres no se desarrollen, al contrario, “si los países pobres no ejercen su derecho a desarrollarse usando sus recursos naturales, los países ricos deben compensarles en un marco de corresponsabilidad diferenciada”, afirman.
Los investigadores finalizan recordando algo que escribió el famoso Montesquieu en 1748 para explicar y justificar la esclavitud: “Los pueblos de Europa, habiendo exterminado a los de América, tuvieron que esclavizar a los de África para poder usarlos para limpiar y trabajar tanto terreno”.
“Montesquieu se enfocaba en cómo solucionar un problema de recursos naturales: tanta tierra que necesitaba ser limpiada y trabajada. El resultado fue una maldición para los nativos americanos y africanos.
 Pero está claro que el problema no eran los recursos naturales, sino el exterminio y esclavización de poblaciones. Este estudio muestra que es necesario reenfocar los problemas atribuidos a los recursos naturales, y prestar atención a los problemas de dominación e imperio, que son los que contribuyen más a la maldición de desarrollo padecida por los pueblos de los países pobres”, sentencian.
El tráfico  de bienes  robados
Restrepo, Vazquez y Garzón observan que si un gobierno vende las riquezas naturales de un país en contra de la voluntad de su gente, esto equivale a robarle a ese país.
Fuente: periódico "El País"

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