lunes, 30 de marzo de 2015

Agrotóxicos inundan tierra y alimentos producidos en Bolivia

Ha causado revuelo mundial, aunque poco sonado en Bolivia, que la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC, de la Organización Mundial de la Salud, OMS) haya incorporado al glifosato -principio activo del grupo de herbicidas más utilizado del mundo- a la lista de substancias “probablemente carcinógenas para humanos”. La noticia confirma lo que hace más de una década afirman activistas, vecinos, organizaciones sociales y académicos que no responden al sector agroempresarial, y que se oponen a lo que ellos llaman “uso irracional y descontrolado” de agroquímicos y transgénicos.
Aunque la preocupación de los medios bolivianos está centrada en las elecciones subnacionales, la importancia del tema para nuestro país es grande, puesto que “el número de hectáreas en las que se usa glifosato en Bolivia es de un millón, porque está asociada al cultivo de soya transgénica que llega al 99,6 % de la soya cultivada”, según reveló a El País el director de PROBIOMA, Miguel Angel Crespo.
Asimismo, Crespo indicó que esto equivale a unos 4,2 millones de litros anuales de glifosato vertidos a los alimentos y a la tierra sólo en el caso de cultivos de  soya, pero aclaró que este compuesto “también se usa en otros cultivos asociados como es el girasol, chía, sésamo, etc.”. Por ello, tanto el número de hectáreas y litros tiende a ser aún mayor.
Según el informe de la IARC-OMS, “Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)” y de que el herbicida “también causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas”.
Entrando un poco en detalle, Crespo explica que el glifosato “se usa antes de la siembra  2,5 litros por hectárea. Luego en el cultivo establecido se usa 1,7 litros /hectárea, y cuando se debe cosechar hay que desecar y se usa Paraquat, prohibido a nivel global pero muy usado en Bolivia, en una relación de 1,5 litros /hectárea”.
Preocupado, el investigador agrega: “Adicionalmente, debo decirte que junto al glifosato se usa otro herbicida llamado 2-4-D prohibido internacionalmente pero que ayuda a desecar las supermalezas que ya se han vuelto resistentes al glifosato. O sea son verdaderas bombas”.
Por su parte, la Red de Acción en Plaguicidas y Alternativas de América Latina (RAP-AL), que articula organizaciones, instituciones, asociaciones e individuos de 18 países, y que en Bolivia tiene 13 organizaciones afiliadas en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz (RAP-BOL), alerta sobre al menos 23 ingredientes activos extremada y altamente tóxicos en los agroquímicos usadas con mucha frecuencia y prácticamente sin control, entre las que está precisamente el Paraquat.
La OMS clasifica, entre otros, a los agroquímicos como Ia (extremadamente tóxicas) y Ib (altamente tóxicas).  Los plaguicidas Ia y Ib, así como los demás plaguicidas de otras categorías de uso agrícola se encuentran registrados en la Unidad de Sanidad Vegetal del Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (SENASAG) que es la autoridad nacional competente para el registro y control de plaguicidas de uso agrícola en Bolivia.
 Según RAP-BOL, “los 23 ingredientes activos correspondientes a los plaguicidas Ia y Ib registrados en Bolivia representan un peligro potencial para el usuario, el consumidor y el medio ambiente, algunos de ellos son posibles cancerígenos humanos como la cipermetrina, endosulfan y el penta óxido de arsénico”.
El peligro adicional que genera el uso de los pesticidas Ia e Ib “es que los usan también pequeños productores quechuas, aymaras y guaraníes hablantes”, que están expuestos a un “riesgo potencial de salud ocupacional y pública que pueden dar lugar a intoxicaciones agudas y crónicas”, advierte RAP-BOL.
Dicha organización también da cuenta que “en Bolivia sólo están registrados dos plaguicidas Ia, pero al no estar prohibido existe la posibilidad de que estos sean registrados y usados en Bolivia. En relación a los Ib no se tiene ninguna reglamentación”.

Glifosato y enfermedades
“El año pasado estuve en El Salvador a invitación del Gobierno de ese país para asesorar en un producto alternativo al Glifosato que usan en los cultivos de caña para desecarlo antes del corte.  El glifosato estaba causando problemas de insuficiencia renal en la población y el gobierno de ese país ha decidido mediante una ley suspender el uso del glifosato y otros 50 agrotóxicos más. Muchos de esos agrotóxicos se usan en nuestro país”, sentenció Miguel Angel Crespo.
De hecho, en 2013, el coordinador de Investigaciones Renales del Ministerio de Salud de El Salvador, Carlos Orantes, refiriéndose al elevado número de casos de Insuficiencia Renal Crónica, afirmó que “hemos confirmado un patrón o perfil epidemiológico de la enfermedad” y “todo apunta” a efectos de productos agroquímicos en combinación con otros factores”.
En Bolivia, en los últimos cinco años, las enfermedades renales registran un crecimiento acelerado: la tasa nacional de pacientes con patologías del riñón se incrementó en un 68 por ciento, según datos del Programa Nacional de Salud Renal, que muestra que en los últimos cinco años se experimentó el registro de 2.231 pacientes de todo el país que a la vez reciben diálisis.  El informe del programa destaca que el 37 por ciento de las enfermedades renales se debe a la nefropatía diabética, el 20 por ciento a la hipertensión y el 8 por ciento a la glomerulonefritis (inflamación de los pequeños vasos sanguíneos de los riñones).
Es tarea pendiente conocer si es que, y en qué grado, existiese también una relación entre el uso de agrotóxicos y el crecimiento de estas enfermedades, como ocurrió en el caso salvadoreño.
Batalla: ¿Agronegocios o soberanía alimentaria?
Una dura batalla se está librando silenciosamente, y podría tener su desenlace en la Cumbre Agropecuaria denominada “Sembrando Bolivia”, postergada varias veces y fijada a mediados de abril, donde distintos sectores del agro debatirán sobre el rumbo a seguir en el país.
La agroindustria, que aglutina a medianos y grandes productores nacionales y extranjeros, presiona por el libre uso de transgénicos y todo lo que ello conlleva en términos de uso de agroquímicos y semillas patentadas por transnacionales. Los pequeños productores, indígenas y campesinos, abogan por la producción orgánica y de variedades locales y libres.
Incluso en países europeos se trata el tema con mucho más cuidado.
Recientemente, el Ministerio de Agricultura francés explicó que  “según datos científicos fiables y muy recientes investigaciones internacionales, el cultivo de semillas de maíz MON 810 (variedad transgénica) presentaría graves riesgos para el medio ambiente, así como peligro de propagación de organismos dañinos convertidos en resistentes”.
Por su parte, la conocida física, la filósofa ‘ecofeminista’ india Vandana Shiva, advierte que “cuando tenemos en cuenta el número de patentes que participan en estas iniciativas (de las multinacionales), queda muy claro que los únicos beneficiarios son las grandes empresas que operan con fines de lucro, no la gente”.

Fuente: periódico "El País"

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