La académica y activista Vandana Shiva, directora de la Fundación de Investigación por la Ciencia, la Tecnología y la Ecología en Nueva Delhi (India), ha presentado un texto que resume la mirada del “ecofeminismo”: una forma diferente de mirar y comprender conceptos como pobreza y democracia, que denuncia el desarrollo como proyecto culturalmente tendencioso que destruye medios de vida sostenibles y crea pobreza material.
Shiva considera útil separar lo que llama “una concepción cultural de la subsistencia” de la “experiencia material de la pobreza, que resulta del desposeimiento y la privación”. A su entender, la pobreza percibida culturalmente no necesariamente es auténtica pobreza material, ya que en muchos casos “las economías de subsistencia que satisfacen las necesidades básicas mediante el autoabastecimiento no son pobres en el sentido de estar privadas de algo”.
En realidad, dice, “la ideología del desarrollo las declara tales porque no participan abrumadoramente en la economía de mercado y no consumen mercancías producidas para el mercado y distribuidas a través del mismo, aun cuando puedan estar satisfaciendo esas necesidades mediante mecanismos de autoabastecimiento”.
Es esta percepción cultural de la “prudente subsistencia” como pobreza la que legitimó el proceso de desarrollo “como un proyecto para eliminar la pobreza”, pero que en realidad “crea verdadera pobreza material, o miseria, al desatender las necesidades de subsistencia mismas por desviar recursos hacia la producción de mercancías”, agrega la académica.
En este sentido, Shiva ha encontrado a lo largo de los años que los cultivos de exportación y el procesamiento de alimentos sustraen recursos agrícolas e hídricos de la satisfacción de las necesidades de subsistencia y excluyen a un número cada vez mayor de personas de su derecho a la alimentación, pero las economías basadas en tecnologías indígenas son consideradas “atrasadas” e “improductivas” por lo que llama la “ideología del desarrollo”.
Exclusión como consecuencia del desarrollo
Según la investigadora, la creencia de que el crecimiento de la producción de mercancías genera una mejor satisfacción de las necesidades básicas es errónea. En los hechos, dice, hay menos agua, menos tierra fértil y menos riqueza genética como resultado del proceso de desarrollo.
“Como esos recursos naturales son la base de la economía de subsistencia de las mujeres, su escasez empobrece a éstas y a los pueblos marginados de manera inusitada. Este nuevo empobrecimiento radica en el hecho de que los recursos en los que se basaba su subsistencia fueron absorbidos por la economía de mercado mientras que ellos mismos fueron excluidos y desplazados por ésta”, argumenta.
La globalización como forma de violencia
En esta era de la profundización de la globalización, Shiva observa que las tecnologías otrora bélicas se están convirtiendo en la base de la producción en tiempos de paz: “El ‘Agente Naranja’ que se pulverizó sobre Vietnam, está siendo pulverizado ahora sobre nuestras granjas como herbicida y otros venenos. Se está utilizando la ingeniería genética en plantas y animales, convirtiendo así nuestros campos en emplazamientos para la guerra biológica. Y se está aplicando una inteligencia perversa para terminar con los ciclos de renovación de la vida diseñando semillas Terminator para que sean estériles”.
La académica recuerda también que la enfermedad de las vacas locas (Encefalopatía Espongiforme Bovina) fue creada por este sistema de producción industrial globalizado. En el libre comercio de la agricultura, resultó económicamente más “eficiente” el “moler la carne de ovejas y vacas muertas y convertirla en alimento para ganado”, un ganado herbívoro que forzado al canibalismo, haciendo que la enfermedad se extienda entre el ganado, una enfermedad que puede transmitirse a los seres humanos.
Por otra parte, Shiva denuncia que bajo el acuerdo de Propiedad Intelectual Relacionada con el Comercio de la Organización Mundial de Comercio (OMC), los países tienen que otorgar derechos exclusivos y monopolistas a la industria farmacéutica y biotécnica, lo que impide que los países puedan producir medicamentos genéricos a bajo costo.
“Con la medicina patentada para VIH/SIDA un año de tratamiento cuesta 15.000 dólares, mientras que con las medicinas genéricas producidas por India y Brasil cuestan 250-300 dólares. Las patentes, por lo tanto, están literalmente robando las vidas de los enfermos de SIDA”, afirma, por lo que en años pasados, India, Brasil y África del Sur han sido llevadas al Tribunal de la OMC (el Mecanismo de Resolución de Disputas) porque tienen leyes que permiten que se produzcan medicinas a bajo costo.
“En el Tribunal Mundial de Mujeres, declaramos que las leyes que obligan a un gobierno a negar a sus ciudadanos el derecho al alimento y el derecho a la medicina son genocidas”, agrega.
En la misma línea, Shiva denuncia que “los Derechos Intelectuales de Propiedad (DIPs) sobre las semillas y las plantas, los animales y los genes humanos están destinados a convertir la vida en propiedad de las corporaciones”, las que reivindican patentes sobre conocimientos pirateados del Tercer Mundo.
“Desde el Tribunal de las Mujeres, declaramos que las patentes sobre la vida y las patentes basadas en la biopiratería son inmorales e ilegales. No debieran ser respetadas porque violan principios universales de respeto a la vida y a la integridad de los sistemas cognitivos de una cultura”, sentencia la activista.
Fuente: periódico "El País"
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