Hasta hace un par de años, ir a ver a los jaguares libres era una más de las actividades ecoturísticas que se gestionaban en Rurrenabaque. Claro, resultaba temeraria, casi furtiva y muy ocasional. “Una vez unos gringos insistían e insistían en que les llevemos a ver al jaguar –relata Pedro*, uno de los indígenas tacanas que administran los ecoalbergues-.
Toma varios días, y hay que saber ubicarlos para verlos de lejos. Esa vez, cuando hallamos uno y empezamos a observarlo desde una altura, el animalote rugió, y una de las gringas se puso muy nerviosa, empezó a llorar. Al jaguar hay que respetarlo”.
Hoy a Rurrenabaque llegan cada vez menos “gringos” y en el entorno hay cada vez menos jaguares. Cerca de 30 años de campañas para extinguir las cacerías y evitar la desaparición de especies empezaron a fracasar abruptamente. Otra vez, a semejanza de los años 80, se ha desatado una virtual fase de exterminio. Se ensaña especialmente con el símbolo del espíritu de la selva, con el tercer felino más portentoso del planeta después del león y el tigre.
“Mientras el turismo creció y se concienció a la gente sobre la preservación y el cumplimiento de las leyes, hubo muy pocos casos –dice el activista Daniel Manzaneda-. Sólo los cazaban cuando atacaban al ganado que hay algo lejos de acá, era un hecho muy esporádico. Pero desde la llegada de los chinos están matando a decenas, además de ocelotes, serpientes y quién sabe qué especies más”.
Las cifras oficiales lo confirman. La Dirección de Biodiversidad y Areas Protegidas (DGBAP) del Ministerio de Medio Ambiente ha registrado entre 2014 y 2016 la recuperación de 800 colmillos de jaguar. Iban a ser traficados a China e implican la muerte de, por lo menos, 200 felinos de esta especie. Esto sólo en cuatro de las seis áreas donde habita este gran félido en Bolivia. Teresa Pérez, la principal responsable de la DGBAP, puntualiza que la mayoría de los casos se han producido en la zona Madidi – Pilón Lajas, entre el Beni y La Paz. “Los tenemos registrados en Cochabamba, Santa Cruz, La Paz y Beni –puntualiza-, pero sobre todo en esta parte que es dónde hay más población y dónde más trafican”.
Sin embargo, al parecer la cacería del jaguar se ha generalizado en Bolivia. “No hemos registrado los que han sido asesinados en el Chaco –indica Rodrigo Herrera, el especialista en normas de vida silvestre de la Dirección de Biodiversidad-, pero en nuestro monitoreo sabemos que se han producido también casos, han sido denunciados por las redes sociales”. Coincidentemente, en el entorno de todas las áreas afectadas, desde hace tres años se desarrollan proyectos ejecutados por empresas chinas.
Hoy a Rurrenabaque llegan cada vez menos “gringos” y en el entorno hay cada vez menos jaguares. Cerca de 30 años de campañas para extinguir las cacerías y evitar la desaparición de especies empezaron a fracasar abruptamente. Otra vez, a semejanza de los años 80, se ha desatado una virtual fase de exterminio. Se ensaña especialmente con el símbolo del espíritu de la selva, con el tercer felino más portentoso del planeta después del león y el tigre.
“Mientras el turismo creció y se concienció a la gente sobre la preservación y el cumplimiento de las leyes, hubo muy pocos casos –dice el activista Daniel Manzaneda-. Sólo los cazaban cuando atacaban al ganado que hay algo lejos de acá, era un hecho muy esporádico. Pero desde la llegada de los chinos están matando a decenas, además de ocelotes, serpientes y quién sabe qué especies más”.
Las cifras oficiales lo confirman. La Dirección de Biodiversidad y Areas Protegidas (DGBAP) del Ministerio de Medio Ambiente ha registrado entre 2014 y 2016 la recuperación de 800 colmillos de jaguar. Iban a ser traficados a China e implican la muerte de, por lo menos, 200 felinos de esta especie. Esto sólo en cuatro de las seis áreas donde habita este gran félido en Bolivia. Teresa Pérez, la principal responsable de la DGBAP, puntualiza que la mayoría de los casos se han producido en la zona Madidi – Pilón Lajas, entre el Beni y La Paz. “Los tenemos registrados en Cochabamba, Santa Cruz, La Paz y Beni –puntualiza-, pero sobre todo en esta parte que es dónde hay más población y dónde más trafican”.
Sin embargo, al parecer la cacería del jaguar se ha generalizado en Bolivia. “No hemos registrado los que han sido asesinados en el Chaco –indica Rodrigo Herrera, el especialista en normas de vida silvestre de la Dirección de Biodiversidad-, pero en nuestro monitoreo sabemos que se han producido también casos, han sido denunciados por las redes sociales”. Coincidentemente, en el entorno de todas las áreas afectadas, desde hace tres años se desarrollan proyectos ejecutados por empresas chinas.
Mucho más de 200 jaguares muertos
El problema se agrava si se considera que por cada caso que se descubre hay varios otros que no. Aún no se ha establecido cuántos, pero baste considerar la situación de los primeros responsables de combatir este delito. “Para vigilar 40 mil hectáreas entre el Área Protegida Pilón Lajas y el Madidi hoy trabajamos 12 guardaparques –explica Jorge Meleán, el responsable de la zona-. En 1997 éramos 25, pero han ido desertando”. No se puede pedir mucho a quienes en el mejor de los casos ganan 1.800 bolivianos mensuales y esporádicamente reciben equipos y vituallas.
Sin embargo, una de las incautaciones más sonadas prosperó gracias a una celada que los guardaparques tendieron a uno de los delincuentes. La confianza de los traficantes llegó a tal grado que Jiang Fang Xiao, el 30 de mayo, pagó un aviso en radio “Efeme” de Rurrenabaque. Ofrecía 100 dólares por cada colmillo de jaguar y también comprar el cráneo. Uno de los guardaparques llamó a Xiao y le dijo que podía conseguirle la mercancía. Cuando se encontraron ambos hombres, el guardaparque le pidió que le muestre el tipo exacto de colmillos que quería. Luego el operativo, coordinado con la Policía Forestal (Pofoma), fluyó por la casa de Liang Fiang Xiao. Se le incautaron siete piezas y fue detenido preventivamente. Pero, al parecer la captura ha intimidado apenas a los traficantes. Entre julio y agosto se registraron similares denuncias sobre la oferta de dinero por colmillos en Santa Rosa y Riberalta.
Según la directora de la DGBAP, nueve ciudadanos chinos y dos bolivianos son actualmente procesados por tráfico de jaguares. Sólo Xiao se halla recluido. Su compatriota Yan Yixing (atrapado en diciembre de 2014 con 300 colmillos) es objeto de detención domiciliaria, aunque se le ve muy activo por Rurrenabaque. Es más, se ha vuelto un temido personaje en el pueblo, donde es más conocido como “Jabín”.
“Es notoria la autoridad sobre algunos de sus compatriotas, anda haciendo gala de dinero y prepotencia –explica un jurista de la zona-. No sólo está implicado en el tráfico de colmillos y pieles de jaguares, tiene varios otros negocios, incluido un burdel. Y pese a que se le encontró con semejante botín, van a pasar dos años y su proceso no avanza, ¿se da cuenta de lo que pasa?”.
El director Ejecutivo de Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), Félix Gonzáles, ha pedido una pena de 6 años de cárcel para Xiao y Yixing. En ese caso serían los primeros ciudadanos chinos condenados por este delito en el país. Pero la lentitud e ineficacia estatal para esta clase de ilícitos resultan proverbiales. La propia DGBAP informó en enero que en 10 años se habían abierto 60 casos por tráfico de especies. Dentro de ese total, apenas se había registrado la detención de tres personas, en los tres casos por la caza furtiva de vicuñas.
El problema se agrava si se considera que por cada caso que se descubre hay varios otros que no. Aún no se ha establecido cuántos, pero baste considerar la situación de los primeros responsables de combatir este delito. “Para vigilar 40 mil hectáreas entre el Área Protegida Pilón Lajas y el Madidi hoy trabajamos 12 guardaparques –explica Jorge Meleán, el responsable de la zona-. En 1997 éramos 25, pero han ido desertando”. No se puede pedir mucho a quienes en el mejor de los casos ganan 1.800 bolivianos mensuales y esporádicamente reciben equipos y vituallas.
Sin embargo, una de las incautaciones más sonadas prosperó gracias a una celada que los guardaparques tendieron a uno de los delincuentes. La confianza de los traficantes llegó a tal grado que Jiang Fang Xiao, el 30 de mayo, pagó un aviso en radio “Efeme” de Rurrenabaque. Ofrecía 100 dólares por cada colmillo de jaguar y también comprar el cráneo. Uno de los guardaparques llamó a Xiao y le dijo que podía conseguirle la mercancía. Cuando se encontraron ambos hombres, el guardaparque le pidió que le muestre el tipo exacto de colmillos que quería. Luego el operativo, coordinado con la Policía Forestal (Pofoma), fluyó por la casa de Liang Fiang Xiao. Se le incautaron siete piezas y fue detenido preventivamente. Pero, al parecer la captura ha intimidado apenas a los traficantes. Entre julio y agosto se registraron similares denuncias sobre la oferta de dinero por colmillos en Santa Rosa y Riberalta.
Según la directora de la DGBAP, nueve ciudadanos chinos y dos bolivianos son actualmente procesados por tráfico de jaguares. Sólo Xiao se halla recluido. Su compatriota Yan Yixing (atrapado en diciembre de 2014 con 300 colmillos) es objeto de detención domiciliaria, aunque se le ve muy activo por Rurrenabaque. Es más, se ha vuelto un temido personaje en el pueblo, donde es más conocido como “Jabín”.
“Es notoria la autoridad sobre algunos de sus compatriotas, anda haciendo gala de dinero y prepotencia –explica un jurista de la zona-. No sólo está implicado en el tráfico de colmillos y pieles de jaguares, tiene varios otros negocios, incluido un burdel. Y pese a que se le encontró con semejante botín, van a pasar dos años y su proceso no avanza, ¿se da cuenta de lo que pasa?”.
El director Ejecutivo de Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), Félix Gonzáles, ha pedido una pena de 6 años de cárcel para Xiao y Yixing. En ese caso serían los primeros ciudadanos chinos condenados por este delito en el país. Pero la lentitud e ineficacia estatal para esta clase de ilícitos resultan proverbiales. La propia DGBAP informó en enero que en 10 años se habían abierto 60 casos por tráfico de especies. Dentro de ese total, apenas se había registrado la detención de tres personas, en los tres casos por la caza furtiva de vicuñas.
Territorios para las mafias
En lo referido a jaguares la mayoría de los operativos resultaron ajenos a las selvas. Siete de los casos más importantes procesados por la DGBAP corresponden a hallazgos de los responsables de la Empresa de Correos de Bolivia (Ecobol). Pero sabido es que los traficantes optan frecuentemente por las rutas terrestres que surcan inhóspitas fronteras. Rodrigo Herrera señala que en el caso del Madidi se ha establecido que se contrabandean especies por la vía a Ixiamas y luego hacia Perú. Ruta que puede cubrirse fácilmente en menos de media jornada.
“Más allá de Ixiamas es prácticamente tierra de nadie -señala un oficial de la Policía Boliviana asignado al lugar-. Mafiosos brasileños y peruanos entran cuando quieren y trafican con lo que quieren, ahora también se ve a chinos, no sé si serán competencia o tendrán acuerdos”. Su declaración es ratificada por diversas denuncias de campesinos de la zona que han trascendido a los medios. Herrera añade que los guardaparques del Sernap han establecido que más hacia el norte las rutas del tráfico de colmillos llegan a Bolpebra, la triple frontera. Mientras que desde las áreas de Cochabamba y Santa Cruz siguen la ruta hacia San Matías, en el Este boliviano, y frontera con Brasil.
La reavivada masacre de jaguares no sólo conmueve a los porteños (gentilicio de los habitantes de Rurrenabaque). Al menos dos cadenas internacionales de televisión especializadas en vida silvestre han realizado en las últimas semanas reportajes sobre la caza del jaguar y el tráfico de especies. “Sorprende de veras que un santuario natural tan renombrado se convierta en una especie de zona de safari chino –declara el miembro de uno de esos equipos-. Sorprende también que el Gobierno protector de la Madre Tierra se muestre tan débil ante esa matanza”.
Coincidentemente con las ofertas de dinero por colmillos se ha sabido de denuncias de extraños “ataques” de jaguares a campesinos, incluso con heridos graves. El guía Pedro lo desmiente: “Ellos, si no se los molesta, si no se les amenaza la guarida, no atacan al hombre, más bien se huyen de él. Es gente que está yendo a cazarlos por la plata. Acá durante años enseñamos que cuidarlos iba a ser mejor por lo del turismo”.
Parece repetirse el fenómeno de los años 80. Según la ONG Traffic International, entonces, cada tres años, salían por las fronteras bolivianas cerca de 60 mil pieles de felinos silvestres, especialmente de jaguares. Legal en aquel tiempo, la cacería redujo la población del guardián de la selva a niveles de especie amenazada. En el oeste del Chaco y diversas zonas de Santa Cruz la ganadería y la agroindustria propiciaron otro tipo de masacre.
Sin embago, las serranías de la cabecera amazónica más la apuesta de los porteños de Rurrenabaque por el ecoturismo contuvieron la mortandad. La causa principal de la paulatina desaparición de jaguares en la Amazonía es la deforestación impulsada por ganaderos, madereros y soyeros. Su incontenible avance en el norte brasileño o en el oriente boliviano extingue al gran felino. Según el Centro Brasileño de Conservación de Mamíferos Carnívoros, en 15 años la población de jaguares en la Amazonía atlántica disminuyó en un 80 por ciento. El promedio hoy llega a una pantera onca (nombre científico del jaguar) por cada 100 kilómetros cuadrados.
En lo referido a jaguares la mayoría de los operativos resultaron ajenos a las selvas. Siete de los casos más importantes procesados por la DGBAP corresponden a hallazgos de los responsables de la Empresa de Correos de Bolivia (Ecobol). Pero sabido es que los traficantes optan frecuentemente por las rutas terrestres que surcan inhóspitas fronteras. Rodrigo Herrera señala que en el caso del Madidi se ha establecido que se contrabandean especies por la vía a Ixiamas y luego hacia Perú. Ruta que puede cubrirse fácilmente en menos de media jornada.
“Más allá de Ixiamas es prácticamente tierra de nadie -señala un oficial de la Policía Boliviana asignado al lugar-. Mafiosos brasileños y peruanos entran cuando quieren y trafican con lo que quieren, ahora también se ve a chinos, no sé si serán competencia o tendrán acuerdos”. Su declaración es ratificada por diversas denuncias de campesinos de la zona que han trascendido a los medios. Herrera añade que los guardaparques del Sernap han establecido que más hacia el norte las rutas del tráfico de colmillos llegan a Bolpebra, la triple frontera. Mientras que desde las áreas de Cochabamba y Santa Cruz siguen la ruta hacia San Matías, en el Este boliviano, y frontera con Brasil.
La reavivada masacre de jaguares no sólo conmueve a los porteños (gentilicio de los habitantes de Rurrenabaque). Al menos dos cadenas internacionales de televisión especializadas en vida silvestre han realizado en las últimas semanas reportajes sobre la caza del jaguar y el tráfico de especies. “Sorprende de veras que un santuario natural tan renombrado se convierta en una especie de zona de safari chino –declara el miembro de uno de esos equipos-. Sorprende también que el Gobierno protector de la Madre Tierra se muestre tan débil ante esa matanza”.
Coincidentemente con las ofertas de dinero por colmillos se ha sabido de denuncias de extraños “ataques” de jaguares a campesinos, incluso con heridos graves. El guía Pedro lo desmiente: “Ellos, si no se los molesta, si no se les amenaza la guarida, no atacan al hombre, más bien se huyen de él. Es gente que está yendo a cazarlos por la plata. Acá durante años enseñamos que cuidarlos iba a ser mejor por lo del turismo”.
Parece repetirse el fenómeno de los años 80. Según la ONG Traffic International, entonces, cada tres años, salían por las fronteras bolivianas cerca de 60 mil pieles de felinos silvestres, especialmente de jaguares. Legal en aquel tiempo, la cacería redujo la población del guardián de la selva a niveles de especie amenazada. En el oeste del Chaco y diversas zonas de Santa Cruz la ganadería y la agroindustria propiciaron otro tipo de masacre.
Sin embago, las serranías de la cabecera amazónica más la apuesta de los porteños de Rurrenabaque por el ecoturismo contuvieron la mortandad. La causa principal de la paulatina desaparición de jaguares en la Amazonía es la deforestación impulsada por ganaderos, madereros y soyeros. Su incontenible avance en el norte brasileño o en el oriente boliviano extingue al gran felino. Según el Centro Brasileño de Conservación de Mamíferos Carnívoros, en 15 años la población de jaguares en la Amazonía atlántica disminuyó en un 80 por ciento. El promedio hoy llega a una pantera onca (nombre científico del jaguar) por cada 100 kilómetros cuadrados.
El jaguar, felino guardián del bosque
Pero, las montañas de la cabecera amazónica impiden esos negocios agroindustriales. El trópico montañoso cruzado de ríos de gran caudal se convirtió en un formidable refugio para el felino moteado de oro y negro. Estudios realizados en 2011 por la Wildlife Conservation Society (WCS), establecieron que en los 18.900 kilómetros cuadrados del Madidi habitaban cerca de 900 jaguares. Esto implica cerca de cinco ejemplares por cada 100 kilómetros cuadrados. Cifras similares maneja la DGBAP, las que ubican a la región como una de las de mayor densidad del símbolo viviente de la Amazonía, del espíritu guardián del bosque.
Animal generalmente solitario, que marca su territorio en áreas de entre 25 y 80 kilómetros cuadrados, parece encarnar la mítica definición. Al ser un depredador, el jaguar desempeña el fundamental papel de la estabilización de los ecosistemas en los que habita. Sin duda, es el protector de la selva porque regula las poblaciones de los animales que captura.
“Este hermoso felino es conocido como una ‘especie paraguas’ porque su área geográfica es tan amplia que, si se lo protege, numerosos animales de otras especies también estarán protegidos –señala un texto de la fundación Yaguarete (nombre en guaraní del jaguar)-. Por lo tanto, la ausencia del jaguar derivará en la extinción de muchas especies y la sobrepoblación de otras tantas”.
Sin embargo, si el ritmo de caza ilegal impuesto en los último años se mantiene, su exterminio parece sellado. La extinción del superpredador del bosque rompería la cadena alimentaria natural y también el equilibrio ecológico del Madidi. Una región donde desde 2015 un equipo de científicos de la WCS trabaja para ratificar su presunción de que constituye la más biodiversa del mundo.
“Siempre se ha sabido por acá que matar a los animales por vicio, por maldad, trae salación –dice el guía tacana Pedro-. Yo creo que si exterminan a los jaguares vendrá una gran salación”.
Animal generalmente solitario, que marca su territorio en áreas de entre 25 y 80 kilómetros cuadrados, parece encarnar la mítica definición. Al ser un depredador, el jaguar desempeña el fundamental papel de la estabilización de los ecosistemas en los que habita. Sin duda, es el protector de la selva porque regula las poblaciones de los animales que captura.
“Este hermoso felino es conocido como una ‘especie paraguas’ porque su área geográfica es tan amplia que, si se lo protege, numerosos animales de otras especies también estarán protegidos –señala un texto de la fundación Yaguarete (nombre en guaraní del jaguar)-. Por lo tanto, la ausencia del jaguar derivará en la extinción de muchas especies y la sobrepoblación de otras tantas”.
Sin embargo, si el ritmo de caza ilegal impuesto en los último años se mantiene, su exterminio parece sellado. La extinción del superpredador del bosque rompería la cadena alimentaria natural y también el equilibrio ecológico del Madidi. Una región donde desde 2015 un equipo de científicos de la WCS trabaja para ratificar su presunción de que constituye la más biodiversa del mundo.
“Siempre se ha sabido por acá que matar a los animales por vicio, por maldad, trae salación –dice el guía tacana Pedro-. Yo creo que si exterminan a los jaguares vendrá una gran salación”.
Mercado para los colmillos
El principal mercado para la compra de diversas partes del cuerpo de los jaguares es China. El gran felino amazónico tiene un gran parecido con el tigre que, precisamente debido a la caza indiscriminada, ha sido virtualmente extinguido. En 2014, se estimaba que la población de tigres en el sud este del Asia apenas superaba los 3.100 ejemplares. Extendidas prácticas de medicina tradicional (varias de ellas desmentidas por estudios científicos) atribuyen súper poderes curativos o afrodisiacos a diversas partes del cuerpo de estos grandes felinos. La superstición y el uso ornamental abren más el mercado. Según la ONG traffic, en China se llegan a comerciar los colmillos en 5.000 dólares, como el principal botín. Mientras que los huesos, los bigotes, los testículos, el cráneo y el cuero sirven para diversos preparados y sortilegios que multiplican el boyante negocio.
Fuente: periódico "El País-Tarija"
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