En su reciente informe titulado “Horizontes 2030: La igualdad en el centro del desarrollo sostenible”, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) señala que existe un “sesgo recesivo” en la economía mundial, marcado por una falta de demanda agregada, particularmente de los países superavitarios, así como por una elevada liquidez.
“China, Alemania y los países exportadores de petróleo han sido sistemáticamente superavitarios en términos de la cuenta corriente de la balanza de pagos, mientras que los países de América Latina y el Caribe lo fueron por un muy breve período, durante la bonanza de los productos básicos”, destaca el informe.
Un caso especial es el de EEUU que, como emisor de la moneda de reserva internacional, sufre menos presión para ajustarse, pese a sus elevados déficits, proveyendo liquidez al resto del mundo.
Así, afirma la CEPAL, “la falta de coordinación global confiere un sesgo recesivo al conjunto del sistema; para salir de este impasse y promover el crecimiento, es necesaria una política keynesiana mundial en virtud de la cual los países superavitarios contribuyan con su demanda a recomponer los equilibrios globales”.
Con “política keynesiana”, la CEPAL se refiere al famoso economista inglés John Maynard Keynes, quien en la década de los 1930s cuestionó las ideas del libre mercado argumentando que en realidad es la demanda agregada (demanda total de bienes y servicios de una economía en un periodo de tiempo) la que determina el nivel general de actividad económica, y que una inadecuada demanda agregada puede generar periodos largos de desempleo elevado.
Según Keynes, es necesaria la intervención del Estado para moderar los ciclos de “auge y depresión” en la economía, utilizando políticas fiscales y monetarias para mitigar los efectos adversos de las recesiones.
El economista inglés también afirmaba que, en la economía internacional, la contribución que debe hacer el país deudor para restaurar el equilibrio por medio del ajuste de precios y salarios es desproporcionada en relación con la que se exige a sus acreedores, y que la mayoría de las medidas de ajuste a las que opta el país deudor pueden resultar perjudiciales para sus términos de intercambio.
Es en este sentido que la CEPAL considera necesaria una institucionalidad -actualmente inexistente en el sistema mundial- “que adopte el pleno empleo y el crecimiento como objetivos centrales, como se propone en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y en los ODS”.
Un caso especial es el de EEUU que, como emisor de la moneda de reserva internacional, sufre menos presión para ajustarse, pese a sus elevados déficits, proveyendo liquidez al resto del mundo.
Así, afirma la CEPAL, “la falta de coordinación global confiere un sesgo recesivo al conjunto del sistema; para salir de este impasse y promover el crecimiento, es necesaria una política keynesiana mundial en virtud de la cual los países superavitarios contribuyan con su demanda a recomponer los equilibrios globales”.
Con “política keynesiana”, la CEPAL se refiere al famoso economista inglés John Maynard Keynes, quien en la década de los 1930s cuestionó las ideas del libre mercado argumentando que en realidad es la demanda agregada (demanda total de bienes y servicios de una economía en un periodo de tiempo) la que determina el nivel general de actividad económica, y que una inadecuada demanda agregada puede generar periodos largos de desempleo elevado.
Según Keynes, es necesaria la intervención del Estado para moderar los ciclos de “auge y depresión” en la economía, utilizando políticas fiscales y monetarias para mitigar los efectos adversos de las recesiones.
El economista inglés también afirmaba que, en la economía internacional, la contribución que debe hacer el país deudor para restaurar el equilibrio por medio del ajuste de precios y salarios es desproporcionada en relación con la que se exige a sus acreedores, y que la mayoría de las medidas de ajuste a las que opta el país deudor pueden resultar perjudiciales para sus términos de intercambio.
Es en este sentido que la CEPAL considera necesaria una institucionalidad -actualmente inexistente en el sistema mundial- “que adopte el pleno empleo y el crecimiento como objetivos centrales, como se propone en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y en los ODS”.
Sector financiero cada vez mayor que el real
“Paradojalmente, la falta de demanda agregada coexiste con un exceso de liquidez. El sistema financiero sigue una trayectoria autoalimentada de multiplicación de sus activos, a lo que han contribuido los desequilibrios en la cuenta corriente y la consiguiente emisión de títulos de deuda”, agrega el informe de la CEPAL.
Según datos presentados por organización, la diferencia de magnitud de los activos financieros –y en particular de los derivados financieros- en relación con el PIB mundial es abismal y está aumentando: en 2014 el PIB mundial no alcanzaba los 100 billones de dólares, mientras que el valor de los activos financieros bordeaba los 300 billones, y el valor los derivados de éstos se acercaba a los 700 billones.
En este contexto, la CEPAL advierte que “el potencial disruptivo de una riqueza financiera que se incrementa a gran velocidad y excede con creces los volúmenes de producción y comercio es sumamente alto”.
Pero los factores que explican esos desequilibrios no son solo comerciales y financieros: “las asimetrías existentes entre países en lo tecnológico y lo productivo están en la base de las diferencias de competitividad y los desequilibrios comerciales”.
“Paradojalmente, la falta de demanda agregada coexiste con un exceso de liquidez. El sistema financiero sigue una trayectoria autoalimentada de multiplicación de sus activos, a lo que han contribuido los desequilibrios en la cuenta corriente y la consiguiente emisión de títulos de deuda”, agrega el informe de la CEPAL.
Según datos presentados por organización, la diferencia de magnitud de los activos financieros –y en particular de los derivados financieros- en relación con el PIB mundial es abismal y está aumentando: en 2014 el PIB mundial no alcanzaba los 100 billones de dólares, mientras que el valor de los activos financieros bordeaba los 300 billones, y el valor los derivados de éstos se acercaba a los 700 billones.
En este contexto, la CEPAL advierte que “el potencial disruptivo de una riqueza financiera que se incrementa a gran velocidad y excede con creces los volúmenes de producción y comercio es sumamente alto”.
Pero los factores que explican esos desequilibrios no son solo comerciales y financieros: “las asimetrías existentes entre países en lo tecnológico y lo productivo están en la base de las diferencias de competitividad y los desequilibrios comerciales”.
Un mundo más desigual, peor desempeño económico
Según el informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) de 2015, en el mundo desarrollado y en varias regiones en desarrollo, la desigualdad está en su nivel más elevado en más de tres décadas, tanto en países desarrollados que tradicionalmente han tenido mayores niveles de desigualdad (EEUU) como en países con una fuerte tradición igualitaria, como los escandinavos.
La CEPAL concuerda con que la desigualdad aumentó en el mundo: “Casi todos los países en que la desigualdad se redujo son países latinoamericanos, donde los niveles de desigualdad eran inicialmente —y siguen siendo— de los más altos del mundo”.
Si bien algunos expertos han señalado que es bueno que existan ciertos niveles de desigualdad para motivar a los actores económicos, la organización advierte que “varios problemas se asocian a una elevada desigualdad: los países más desiguales tienden a mostrar un peor desempeño económico, mayor inestabilidad política y límites más fuertes al ejercicio pleno de la ciudadanía. Una mayor desigualdad hace más difícil reducir la pobreza, esfuerzo que dependerá aún más del crecimiento económico”.
Por su parte, los académicos Mark Setterfield y Jon Wisman, en distintos trabajos, mostraron que el aumento de la desigualdad contribuyó a la crisis financiera mundial de 2008 y 2009, primero en EEUU y después a nivel global: en la medida en que la participación de los salarios en el ingreso se redujo, las familias recurrieron al endeudamiento, sobre todo para la compra de viviendas, mientras al mismo tiempo, los sectores más favorecidos por la concentración utilizaron sus ingresos en activos financieros, no en consumo o inversión productiva.
La CEPAL concuerda con que la desigualdad aumentó en el mundo: “Casi todos los países en que la desigualdad se redujo son países latinoamericanos, donde los niveles de desigualdad eran inicialmente —y siguen siendo— de los más altos del mundo”.
Si bien algunos expertos han señalado que es bueno que existan ciertos niveles de desigualdad para motivar a los actores económicos, la organización advierte que “varios problemas se asocian a una elevada desigualdad: los países más desiguales tienden a mostrar un peor desempeño económico, mayor inestabilidad política y límites más fuertes al ejercicio pleno de la ciudadanía. Una mayor desigualdad hace más difícil reducir la pobreza, esfuerzo que dependerá aún más del crecimiento económico”.
Por su parte, los académicos Mark Setterfield y Jon Wisman, en distintos trabajos, mostraron que el aumento de la desigualdad contribuyó a la crisis financiera mundial de 2008 y 2009, primero en EEUU y después a nivel global: en la medida en que la participación de los salarios en el ingreso se redujo, las familias recurrieron al endeudamiento, sobre todo para la compra de viviendas, mientras al mismo tiempo, los sectores más favorecidos por la concentración utilizaron sus ingresos en activos financieros, no en consumo o inversión productiva.
Fuente: periódico "El País-Tarija"
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