El gobierno celebró esta semana el aumento de producción de gas del campo Margarita-Huacaya, que alcanzó un récord de 19 millones de metros cúbicos por día (Mmcd). Sin embargo, al no existir la industria petroquímica en Bolivia, esta nueva producción engrosará aún más la ya caudalosa exportación de materia prima.
Según datos oficiales, actualmente Brasil consume cerca de 32 Mmcd de gas boliviano (un tercio de su consumo total), Argentina unos 17 Mmcd, mientras que Bolivia demanda alrededor de12 Mmcd.
Por su parte, según la última certificación de reservas (realizada por GLJ Consultants) al 31 de diciembre de 2013 establece 10,45 trillones de pies cúbicos (TCF) de gas. Sin embargo, el ministro de Hidrocarburos Luis Alberto Sánchez, afirmó esta semana que actualmente subieron a 13,45 TCF en base a informes preliminares.
Aunque el gobierno tiene esperanzas de subir las reservas en al menos 7 TCF hasta 2020, los analistas ven que con el acelerado vaciamiento gasífero, las reservas actuales pueden agotarse dentro de unos 15 años si las exploraciones anunciadas no son exitosas.
Mientras tanto, la estrategia de presión de Brasil consiste en el anunciado el Presal (importantes yacimientos en el mar brasilero), que supuestamente podría convertirle en autosuficiente en los próximos 20 años.
Sin embargo, el bajo precio del barril de petróleo ha hecho económicamente inviables a muchos yacimientos nuevos y no convencionales, por lo que tanto el Presal brasilero como Vaca Muerta de Argentina tendrán problemas para ser desarrollados en el futuro inmediato.
A ello se suma el hecho de que transportar el gas desde estos nuevos campos hacia los centros de consumo en Brasil (Sao Paulo y las termoeléctricas de Mato Grosso, que dependen totalmente del gas boliviano) requeriría de nuevas y costosas inversiones en ductos y demás infraestructura.
Por ello, es difícil que Brasil pueda usar el Presal como una herramienta seria de presión sobre Bolivia para conseguir precios más baratos.
Y aunque los precios del petróleo son hoy en día bajos, la dependencia de Brasil respecto al gas boliviano es todavía alta, muy alta. Bolivia tiene sus propias cartas, y está obligada a negociar con nivel.
Sólo así tendría sentido embarcarse en otro ciclo de exportación masiva de materias primas sin valor agregado, que serán usadas por Brasil para desarrollar un sinnúmero de industrias directa e indirectamente nutridas con el gas húmedo proveniente del subsuelo boliviano.
El ministro Luis Alberto Sánchez ha afirmado que “los precios van a ser mayores a los actuales” porque “el mercado regional lo ha dispuesto así”. Bolivia está expectante y confía en lograr las mejores condiciones.
Se seguirá enviando gas húmedo
Bolivia tiene una sola planta separadora de líquidos en la fronteriza Santa Cruz: la de Río Grande, que tiene una capacidad para procesar 5,6 Mmcd, o sea una sexta parte de lo que se envía actualmente a Brasil.
Por ello, en Río Grande no se está extrayendo etano (insumo básico para la industria petroquímica), y sólo se está produciendo GLP y gasolinas. Hasta ahora ello ha ocurrido porque el actual contrato con Brasil obliga a exportar un gas con poder calórico más alto.
Sin embargo, la reducida capacidad de procesamiento de Río Grande, impedirá que se pueda aprovechar todos los líquidos del gas exportado a Brasil en el futuro. Ese es un candado que Bolivia se puso a sí misma a la hora de decidir el tamaño de esta planta.
Por tanto, se seguirá enviando gas húmedo a Brasil. La interrogante es: ¿a qué precio?
La negociación del nuevo contrato otorga a Bolivia la oportunidad de obtener un precio que, mínimamente, considere de manera justa el valor de mercado del etano y demás componentes que Brasil seguirá recibiendo y utilizando en su industria. Se entiende que ese es uno de los mandatos que los negociadores bolivianos debieran llevar a Brasil.
Historia de incumplimientos de Brasil
El exministro Andrés Solíz Rada recuerda que “los gobiernos brasileños actuaron con enorme prepotencia” al no cumplir con el Acuerdo de Cooperación y Complementación Industrial, firmado en 1974 entre los presidentes de Bolivia y Brasil (Húgo Bánzer y Ernesto Geisel respectivamente).
El acuerdo incluía la implementación de un polo industrial en el sudeste boliviano con componentes de: siderurgia en base al hierro del Mutún, petroquímica (con fertilizantes nitrogenados), industria del cemento, termoelectricidad e infraestructura para el polo.
Veinte años después, antes de la firma del contrato entre Gonzálo Sánchez de Lozada y Fernando Henrique Cardoso en 1994, “Brasil se comprometió a construir 49 termoeléctricas con el gas boliviano, 25 en Brasil y 24 en Bolivia. Ni una sola termoeléctrica fue construida en Bolivia”, agrega Solíz Rada.
La exautoridad también recordó que, ya durante el gobierno de Evo Morales, su gabinete planteó a Brasil que Bolivia sea socia de la termoeléctrica de Cuiabá, así como de las petroquímicas de Uberaba y Tres Lagoas (ubicadas en la región fronteriza), todas receptoras del gas boliviano.
Sin embargo, Brasil negó esta posibilidad, así como la de comprar termoelectricidad de Bolivia. “Sus promesas de industrialización conjunta con nuestro gas fueron simples recursos dilatorios par a imponer sus puntos de vista”, detalla Solíz Rada, y advierte que, desde la óptica brasileña, el gas “está” en Bolivia, pero geopolíticamente “pertenece” a Brasil.
Por su parte, según la última certificación de reservas (realizada por GLJ Consultants) al 31 de diciembre de 2013 establece 10,45 trillones de pies cúbicos (TCF) de gas. Sin embargo, el ministro de Hidrocarburos Luis Alberto Sánchez, afirmó esta semana que actualmente subieron a 13,45 TCF en base a informes preliminares.
Aunque el gobierno tiene esperanzas de subir las reservas en al menos 7 TCF hasta 2020, los analistas ven que con el acelerado vaciamiento gasífero, las reservas actuales pueden agotarse dentro de unos 15 años si las exploraciones anunciadas no son exitosas.
Mientras tanto, la estrategia de presión de Brasil consiste en el anunciado el Presal (importantes yacimientos en el mar brasilero), que supuestamente podría convertirle en autosuficiente en los próximos 20 años.
Sin embargo, el bajo precio del barril de petróleo ha hecho económicamente inviables a muchos yacimientos nuevos y no convencionales, por lo que tanto el Presal brasilero como Vaca Muerta de Argentina tendrán problemas para ser desarrollados en el futuro inmediato.
A ello se suma el hecho de que transportar el gas desde estos nuevos campos hacia los centros de consumo en Brasil (Sao Paulo y las termoeléctricas de Mato Grosso, que dependen totalmente del gas boliviano) requeriría de nuevas y costosas inversiones en ductos y demás infraestructura.
Por ello, es difícil que Brasil pueda usar el Presal como una herramienta seria de presión sobre Bolivia para conseguir precios más baratos.
Y aunque los precios del petróleo son hoy en día bajos, la dependencia de Brasil respecto al gas boliviano es todavía alta, muy alta. Bolivia tiene sus propias cartas, y está obligada a negociar con nivel.
Sólo así tendría sentido embarcarse en otro ciclo de exportación masiva de materias primas sin valor agregado, que serán usadas por Brasil para desarrollar un sinnúmero de industrias directa e indirectamente nutridas con el gas húmedo proveniente del subsuelo boliviano.
El ministro Luis Alberto Sánchez ha afirmado que “los precios van a ser mayores a los actuales” porque “el mercado regional lo ha dispuesto así”. Bolivia está expectante y confía en lograr las mejores condiciones.
Se seguirá enviando gas húmedo
Bolivia tiene una sola planta separadora de líquidos en la fronteriza Santa Cruz: la de Río Grande, que tiene una capacidad para procesar 5,6 Mmcd, o sea una sexta parte de lo que se envía actualmente a Brasil.
Por ello, en Río Grande no se está extrayendo etano (insumo básico para la industria petroquímica), y sólo se está produciendo GLP y gasolinas. Hasta ahora ello ha ocurrido porque el actual contrato con Brasil obliga a exportar un gas con poder calórico más alto.
Sin embargo, la reducida capacidad de procesamiento de Río Grande, impedirá que se pueda aprovechar todos los líquidos del gas exportado a Brasil en el futuro. Ese es un candado que Bolivia se puso a sí misma a la hora de decidir el tamaño de esta planta.
Por tanto, se seguirá enviando gas húmedo a Brasil. La interrogante es: ¿a qué precio?
La negociación del nuevo contrato otorga a Bolivia la oportunidad de obtener un precio que, mínimamente, considere de manera justa el valor de mercado del etano y demás componentes que Brasil seguirá recibiendo y utilizando en su industria. Se entiende que ese es uno de los mandatos que los negociadores bolivianos debieran llevar a Brasil.
Historia de incumplimientos de Brasil
El exministro Andrés Solíz Rada recuerda que “los gobiernos brasileños actuaron con enorme prepotencia” al no cumplir con el Acuerdo de Cooperación y Complementación Industrial, firmado en 1974 entre los presidentes de Bolivia y Brasil (Húgo Bánzer y Ernesto Geisel respectivamente).
El acuerdo incluía la implementación de un polo industrial en el sudeste boliviano con componentes de: siderurgia en base al hierro del Mutún, petroquímica (con fertilizantes nitrogenados), industria del cemento, termoelectricidad e infraestructura para el polo.
Veinte años después, antes de la firma del contrato entre Gonzálo Sánchez de Lozada y Fernando Henrique Cardoso en 1994, “Brasil se comprometió a construir 49 termoeléctricas con el gas boliviano, 25 en Brasil y 24 en Bolivia. Ni una sola termoeléctrica fue construida en Bolivia”, agrega Solíz Rada.
La exautoridad también recordó que, ya durante el gobierno de Evo Morales, su gabinete planteó a Brasil que Bolivia sea socia de la termoeléctrica de Cuiabá, así como de las petroquímicas de Uberaba y Tres Lagoas (ubicadas en la región fronteriza), todas receptoras del gas boliviano.
Sin embargo, Brasil negó esta posibilidad, así como la de comprar termoelectricidad de Bolivia. “Sus promesas de industrialización conjunta con nuestro gas fueron simples recursos dilatorios par a imponer sus puntos de vista”, detalla Solíz Rada, y advierte que, desde la óptica brasileña, el gas “está” en Bolivia, pero geopolíticamente “pertenece” a Brasil.
Fuente: periódico "El País-Tarija"
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