lunes, 3 de julio de 2017

CONTRATOS: Diálogo por gas entra en la fase decisiva con Brasil

Si alguien creía que la paz había llegado al Ministerio de Hidrocarburos luego de la caída de Guillermo Achá en la presidencia de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos envuelto en escándalos de corrupción y la anulación de una más que sospechosa licitación de la planta petroquímica de Yacuiba estaba equivocado.
La negociación con Brasil para un nuevo contrato de exportación que reemplace al contrato vigente que vence en 2019 está en su momento decisivo y todas las fuerzas empiezan a operar en uno u otro sentido. La afinidad ideológico entre los Gobiernos del Partido de los Trabajadores  de Lula y Dilma en Brasil y el de Evo Morales pasó a la historia y la negociación se lleva adelante ahora con un régimen mucho más hostil como el que representa Michel Temer. El objetivo brasilero es rebajar lo máximo posible el precio y de momento, en plena privatización de Petrobras, el Gobierno no contempla jugar un rol central en el futuro contrato, derivando la responsabilidad hacia empresas privadas y cinco Estados fronterizos. Los cálculos más optimistas hablan de una renovación con 15 millones de metros cúbicos.
El contrato actual contempla 30,5 millones de metros cúbicos que además, hasta el año 2008 se vendieron ricos en líquidos. Desde la inauguración de la planta de Río Grande una sexta parte del volumen se procesa, el resto se sigue aprovechando en el vecino país alimentando al gigante Brasken y sus asociados. 
Brasil, en plena recesión y con la industria congelada, ha reducido sus volúmenes de demanda de gas, pero también ha ralentizado el proyecto del Presal, el más ambicioso en aguas profundas del continente, con el que espera convertirse en autosuficiente. El gas boliviano en 2019 va a seguir siendo necesario. “Hay mercado para el gas boliviano en Brasil, la cuestión es cuánto mercado y en qué condiciones”, señaló el consultor Edmar Luiz Fagundes de Almeida en la Conferencia sobre el Mercado Brasilero del Gas organizado por la Cámara Boliviana de Hidrocarburos la semana pasada. En el afán de rebajar precios y mientras se estabiliza el mercado con el shale o se resuelve el debate sobre convertir el gas en commodity desligándolo del precio del petróleo. Atacar las debilidades bolivianas es el mejor argumento. La falta de certificación de reservas de gas es la principal.
Discrepancias
El fin de semana se aireó un estudio publicado en una de las revistas del sector en Brasil denominado Panorama de la Industria del Gas en Bolivia en el que, esencialmente, se presentaba una realidad en declinación y sin nuevos descubrimientos de gas, es decir, argumentando a favor de comprar gas licuado en el mercado internacional en lugar de encadenarse al gas boliviano. El Ministro Luis Alberto Sánchez descalificó el estudio y el coro que lo acompañó, si bien no pudo aclarar la inexistencia de la certificación de reservas que la Ley contempla de forma anual. “Ese estudio está desactualizado, sesgado, no es real. Hacen un estudio con campos marginales pero no mencionan los campos en los que estamos en fase de exploración y en desarrollo. Ese estudio no tiene relación directa con nuestra política hidrocarburífera”.
Sobre las reservas aseveró que la certificación realizada el 2009 reveló que éstas llegaban a 9.9 TCF´s; el año 2010 la certificación determina 10.45 TCFs, “es decir que hemos repuesto lo consumido y hemos incrementado. La tasa de reposición entre 2009 y 2013 es mayor a 1.2% y en el periodo 2013 a 2016 tenemos una reposición de aproximadamente 1%”. Entre el año 2013 y 2016 no se han realizado certificaciones, sin embargo se han cuantificado las reservas llegando éstas a 10,45 TCF´s, “Cuando uno certifica el valor que se toma en cuenta es el de la cuantificación”.
Fuente: periódico "El País"

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