lunes, 26 de octubre de 2015

Gas: Una base Para salir del pozo

¿Cómo sentamos las bases para salir de este modelo de desarrollo empobrecedor dependiente que lleva siglos en Potosí y 190 años en Bolivia? ¿Cómo salir de este pozo si no se tiene un factor de producción central en el siglo XXI, como es la energía para desarrollar Bolivia?
Las diversas respuestas a estas interrogantes pasan por el aspecto tecnológico, socioeconómico y político. Este artículo pretende asentarse en el papel estratégico de la energía como factor de producción, igual que el trabajo, el capital y la tierra, como base y transición hacia un nuevo modelo de desarrollo. Bolivia posee en cantidades suficientes gas, el combustible fósil menos contaminante en época de calentamiento global, pero no lo usa en su desarrollo.

Energía = desarrollo
La lucha entre las naciones capitalistas en los siglos XX y XXI ha sido intensa por el dominio de las fuentes energéticas del petróleo para lograr la hegemonía en el mundo. El petróleo y el gas han sido y son el centro de esta disputa y la base actual del desarrollo industrial de las naciones.

“El control de, o por lo menos el acceso a grandes fuentes de petróleo ha constituido desde antiguo un auténtico premio estratégico. De eso no puede haber duda. Permite a las naciones acumular riqueza, alimentar sus economías, producir y vender artículos y servicios, construir, comprar, trasladar, adquirir y fabricar armas, y ganar guerras”, dice Yergin en su fabulosa obra “La historia del petróleo”.

Por tanto, el petróleo, igual a energía, mueve industrias del país que lo posee y es un factor de producción igual que el trabajo, el capital y la tierra. La energía es el motor de la producción de bienes y servicios en todos los sectores económicos: agricultura, industria (minería, manufactura), transporte, comercio, administración pública, etc.

En esa dirección, no se puede entender la base del desarrollo industrial de las naciones en la actualidad sin el acceso estable a esta fuente de energía para lograr un crecimiento industrial sostenible y constante. Mientras se desarrollan energías alternativas —eólica, solar, etc.— el petróleo y el gas son la fuente energética fundamental del desarrollo de los países en el siglo XXI.

En suma, sin energía no hay desarrollo y Bolivia posee gas, un energético no renovable y menos contaminante en cantidades importantes, pero no lo usa para su desarrollo sino que lo exporta para el desarrollo industrial de Argentina y Brasil mientras recibe regalías que las utiliza para importar lo que no produce.

Energía para industrializar
El uso de la energía del gas para sentar las bases de un modelo de desarrollo productivo fue planteado con meridiana claridad por Marcelo Quiroga en los ’60, en su crítica a la política entreguista del gas del gobierno de René Barrientos. Desde el Parlamento, propuso el aprovechamiento del gas natural en la industrialización del país antes que su exportación.

Refiriéndose a un estudio técnico de la época, Marcelo decía, en Desarrollo con soberanía: “en el gas tiene Bolivia su más grande y quizá su único recurso energético de importancia para afrontar con esperanza un plan de desarrollo económico y, su consecuencia natural, el desarrollo social”.

La idea central, según Marcelo, era planificar los requerimientos de gas natural para la industrialización del país a plazos largos; luego, los excedentes disponibles deberían sujetarse a un plan de exportaciones condicionado a factores políticos, económicos y geográficos de manera que se obtengan ventajas concretas para una política de industrialización. Una “materia prima tan importante en el mundo moderno no debe ser exportada ‘incondicional e indiscriminadamente’ bajo el influjo de ventajas aparentes y temporales”.

Lo segundo era exportar junto con el gas productos elaborados y semielaborados derivados de ese energético a los países vecinos.

La exportación, por su importancia estratégica como factor de producción, debe estar condicionada a una compensación mediante la cual el país beneficiado con la materia prima ceda a Bolivia mercados fronterizos que nos permitan instalar industrias petroquímicas a base de gas.
Sobre la base de la disponibilidad del gas, Marcelo propuso desarrollar el complejo industrial del Mutún, la petroquímica, siderurgia, producción de acero, electrificación y la creación de complejos petroquímicos en Yacuiba.

En lo esencial, señaló que a mayor grado de aprovechamiento del gas en el altiplano se posibilitará que el país afronte el problema industrial minero al implantar —o no— las fundiciones de→ →estaño, zinc y cobre exportando materias primas con valor agregado en lugar de mineral bruto. De ahí la necesidad de nacionalizar la Gulf Oil, cuyo propósito era exportar el gas desplazando a YPFB, medida que se dio en octubre de 1969 y que fue la más antiimperialista de nuestra historia, y la oposición de Marcelo a la venta de gas al Brasil.

Sin embargo, el régimen banzerista inició la desnacionalización del petróleo en 1971 y desde 1997 se empezó a vender gas a Brasil, consolidando al país como polo de distribución energética a favor del subimperialismo brasileño y provocando la desindustrialización de Bolivia.

A manera de conclusión
Marcelo Quiroga describió la dependencia de Bolivia en 1978, cuando señaló: “Nacimos como República, nacimos formalmente independiente, nunca lo hemos sido, somos parte del sistema imperialista y, por lo tanto, formamos parte del área sometida, subordinada, explotada a nivel internacional.

Pero tuvimos la fortuna de tener en nuestro territorio recursos no renovables como el estaño, como la plata antes, como el petróleo, hasta hace poco, y el gas del día de mañana. Pero también hemos tenido el infortunio histórico de ser poseedores de esos recursos. Ellos han atraído al capital financiero internacional. Ellos son la base de la consolidación económica de las oligarquías que han de explotar a nuestro pueblo. Y como son recursos que se agotan, son el dinero de un día, el pan de un día y el hambre de mucho tiempo.

Ahí está el Cerro Rico de Potosí. Lleno de agujeros, como testigo mudo de una riqueza pasada que jamás sirvió al pueblo de Bolivia… Está nuestro petróleo que ya hemos dejado de exportar y comenzaremos a importar. Y ahora quieren agotar este último recurso que queda a los bolivianos que es el gas”.

La dependencia política y económica ha sido el sino de nuestra historia.
Potosí y Bolivia necesitan muchas cosas —entre otras— energía, que es igual a desarrollo para garantizar los emprendimientos industriales que exige: fábrica de cemento, parque industrial, industrialización del litio y los minerales que hoy se van como concentrados al mercado internacional y desarrollar su agricultura en oriente y occidente para la autosuficiencia alimentaria, en transición hacia un nuevo modelo de desarrollo.

Es necesario construir un gran gasoducto desde el Chaco para gasificar esa región dinamizando su economía y el país en su conjunto, como lo pidió el pueblo alteño a través de la Agenda de Octubre: “Gas para los bolivianos”.

Potosí debe nacionalizar su minería, por ejemplo San Cristóbal, que deja pobres ingresos al país y al departamento.

En suma: en lo económico, Potosí y Bolivia necesitan salir de la dependencia y el saqueo que la sumió en la pobreza más oprobiosa desplegando un modelo de desarrollo productivo, industrial y con soberanía tecnológica a la altura de los desafíos del siglo XXI, con la energía que disponemos hoy y ahora: el gas (mientras desarrollamos las energías alternativas hacia el futuro), para industrializar su economía y salir de su condición dependiente de exportador de materias primas.

En lo político, los países colonizados tensionaron sus fuerzas y consolidaron su unidad nacional para salir del pozo de la dependencia capitalista y del modelo de desarrollo rentista e improductivo y desarrollaron su industria vendiendo productos con valor agregado.

A las demandas del pueblo potosino en la reciente movilización le faltó exigir una salida de la política dependiente y empobrecedora que prevalece en el país, la base de la consolidación económica de las oligarquías en Bolivia, convocando a la unidad nacional de obreros, campesinos y clases medias empobrecidas para transitar, desde abajo, hacia un nuevo modelo de desarrollo, ya contenida en la Agenda de Octubre de 2003.
La energía es un factor de producción determinante, igual que el trabajo, el capital y la tierra. Su control permite a las naciones acumular riqueza, producir y vender artículos industriales. Potosí y Bolivia no tienen energía (gas) para dinamizar su industria y desarrollo y la necesitan como base de su desarrollo. El autor de este artículo propone construir un gasoducto desde el Chaco hasta el altiplano para sentar las bases de un nuevo modelo de desarrollo productivo y diversificado.
El gasoducto y los proyectos para dinamizar la economía
Este gasoducto para gasificar Bolivia en su trazo desarrolla proyectos concretos para dinamizar la economía nacional en:
1. Industria y agricultura en el chaco cruceño/Provincia Cordillera.
2. Industria y agricultura en el chaco chuquisaqueño y Tarijeño
3. Metalurgia e industrialización de los minerales en Potosí para evitar exportar concentrados.
4. Energía para el Polo de Desarrollo petroquímico e industrial de Uyuni. Gas para el litio.
5. Energía para desarrollar a gran escala la producción de quinua en el altiplano.
6. Metalurgia e industrialización de los minerales en Oruro para evitar exportar concentrados.
7. Gas para el desarrollo industrial de El Alto, utilizando el gas como factor de producción.

Se necesitan 30 MM3 adicionales
Bolivia actualmente consume 10 MM3/día. Con el proyecto “Gas para Bolivia”, podría llegar a consumir 40 MM3/día. Este proyecto requiere 20 MM3/día, sin sumar las necesidades de la industrialización del Mutún, que exige 10 MM3/d. En total, se necesitan, para un proceso básico de industrialización, 30 MM3/día adicionales a los 10 que se consumen hoy.

La falta de voluntad política para enfrentarse a las transnacionales que buscan consolidar a Bolivia como polo de distribución de energía impidió la materialización de este proyecto. Cabe recordar que el MAS, en 2006, se comprometió a desarrollar el gasoducto al altiplano (GABO), sin ningún resultado.

Como una muestra de los beneficios del uso del gas como sustituto de diesel y gasolina en el transporte, los últimos años posibilitó que el país ahorre 350 millones de dólares en la subvención a los combustibles.
En lo concreto, 'Gas para Bolivia' es viable como base de una verdadera política de hidrocarburos para el desarrollo del país.

Bolivia, “centro energético”, un viejo proyecto conservador en odres nuevos
Como si la historia no hubiera pasado, hoy se vuelven a presentar como “revolucionarios” proyectos que caracterizaron a los gobiernos de Hugo Banzer, Jaime Paz o Gonzalo Sánchez de Lozada. Ellos buscaron constituir a Bolivia en centro exportador de materias primas y fuente de aprovisionamiento energético barato para terceros países.

Según estudios, Bolivia puede generar más de 40.000 MW de energía hidroeléctrica, sin contar las otras energías alternativas y el gas.

Los anuncios del gobierno del MAS de convertir a Bolivia en “centro energético” pasa por exportar 3.000 MW de electricidad hasta 2025, vía la ampliación de las termoeléctricas (gas) y la hidroeléctrica, por ejemplo, el Proyecto del Bala, que afectará la reserva más importante de biodiversidad como es el Madidi. A este plan le han sumado la idea del desarrollo de la energía atómica para consolidar a Bolivia como “centro energético de la región”.

Bolivia, “centro energético” de Sudamérica, es, frente a la caída de los precios de las materias primas, una “oportunidad” para el Gobierno de rentabilizar el gas como energía eléctrica exportable.
El gobierno del MAS pretende no dar cuenta de que esta propuesta es una vuelta de tuerca a la condición semi industrial y dependiente del país.

El 1, 2 y 3 de una política para el desarrollo de Bolivia
La Guerra del Gas (2003), que fue la más grande insurrección del pueblo boliviano de los últimos 50 años contra el Estado transnacionalizado, para evitar la exportación del gas como materia prima, puso otra vez en la mesa la necesidad de contar con “Gas para los bolivianos” para la industrialización.

Aquel año, la nación boliviana exigió, desplegando un nuevo tipo de democracia directa, una verdadera nacionalización de las empresas transnacionales, refundar YPFB (también Comibol), industrializar los hidrocarburos y, en lo esencial, “gas para los bolivianos” para el desarrollo industrial. Este programa o “agenda” del pueblo desestructuró el Estado neoliberal, sepultó la partidocracia y derrotó al gobierno de Sánchez de Lozada, al costo de 67 vidas, abriendo enormes perspectivas de transformación definitiva del país.

Sin embargo, el MAS, en el Gobierno, abandonó este programa de liberación nacional lo que desnudó, desde el inicio de su gestión, su carácter reformista y conservador reflejado en el Decreto 28701 de supuesta nacionalización emitido el 1 de mayo de 2006.

El “Gas para los bolivianos” contenido en la Agenda de Octubre fue posteriormente defendido desde Camiri, la otrora capital petrolera del país, en las movilizaciones de los años 2007/2008, logrando consensuar este proyecto de desarrollo en base al uso del gas con organizaciones cívicas y obreras de La Paz y Potosí, así como por la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia y la Central Obrera de Oruro, como principio de su viabilidad.

El proyecto Gas para Bolivia: el 1, 2 y 3 de una política para el desarrollo de Bolivia (VER GRÁFICO), consiste en 1: perforar el Sararenda por la Gerencia Nacional de Exploración (GNEE/Camiri); 2: construcción de un gasoducto Sararenda – El Alto de La Paz y, 3: Industrialización de Bolivia empleando el gas como energético y como materia prima.

Con el primer punto se trataba de asegurar una fuente energética para el mercado interno, tomando en cuenta que San Alberto y Margarita, los dos megacampos más importantes del país, están orientados preferentemente al mercado externo.

Sin embargo, a pesar de la lucha del pueblo de Camiri por el Sararenda, el Gobierno terminó incumpliendo el acuerdo de 2008 que aseguraba que la Gerencia Nacional de Exploración sea la que explore el pozo, entregando esta fase a YPFB Andina S.A., una sociedad que tiene en su seno la presencia de la transnacional Repsol (48% de las acciones), exploración que no tuvo ningún resultado.

El punto dos era la construcción de un gasoducto para el desarrollo de Bolivia que fue calculado a un costo de 1.000 millones de dólares, inversión justificada por sus efectos importantes para dinamizar la economía nacional.

Ese gasoducto tendría una capacidad de transporte de 20 millones de m3/día y de 32 pulgadas, igual que el gasoducto al Brasil. Parte desde el chaco, pasa por Chuquisaca, Tarija, Potosí, Oruro y llega a El Alto. El actual gasoducto al altiplano (6 pulgadas) solo tiene una capacidad aproximada de 2 millones de m3/día, insuficientes para encarar los retos de un nuevo desarrollo industrial del país a base de energía abundante y barata.
Fuente: periódico "Correo del Sur"

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