lunes, 26 de octubre de 2015

Los expertos rechazan la apertura comercial como base del desarrollo

“La apertura llevó a economías como la boliviana, la colombiana, la peruana y la ecuatoriana a mantener o  volver al modelo primario exportador (MPE)”, destaca Ricardo Buitrago, Coordinador del Área de Finanzas y Comercio Internacional de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad de La Salle, Bogotá.
Este modelo, plantea en Latinoamérica “grandes dificultades y deformaciones para la estructura productiva”, hechos que le impiden insertarse de forma competitiva en el mercado mundial, agrega el experto.
Por su parte, un trabajo realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)  tras aplicar encuestas de hogares para 17 países latinoamericanos con información entre 1977 y 2000, a cargo de los investigadores Jere Behrman, Nancy Birsdall y Miguel Székely, acerca del efecto de la liberalización comercial y financiera sobre la desigualdad y la pobreza en América Latina, tiene dos resultados bastante contundentes.
El primero de ellos muestra que la liberalización comercial “parece no tener efectos distinguibles sobre los cambios en la desigualdad y la pobreza” en la región durante los años ochenta y noventa y que si algún efecto tiene, este es negativo. Mientras que el segundo apunta que “la liberalización financiera ha tenido un efecto significativo de aumento de la desigualdad y la pobreza”.
Desde un punto de vista histórico-económico, el economista surcoreano Ha-Joon Chang, especialista en desarrollo, demuestra que cuando los países en desarrollo utilizaron políticas comerciales e industriales “malas” (proteccionismo, sustitución de importaciones) durante los años 1960-1980, crecieron mucho más rápido que cuando utilizaron políticas “buenas” (aperturismo, liberalización) durante las dos décadas siguientes.
Por tanto, sostiene Chang, “la solución obvia a esta paradoja es aceptar que las políticas supuestamente buenas no son realmente buenas para los países en desarrollo, mientras que las políticas malas son realmente buenas para ellos. Esto resulta confirmado además por el hecho de que esas políticas malas sean también las que los países desarrollados aplicaron cuando eran países en desarrollo”.
Chang es además autor de un conocido trabajo titulado “Patada a la escalera. La verdadera historia del Libre Comercio”, en el que demuestra que los países ricos se hicieron ricos a través del proteccionismo, y solo cuando alcanzaron el desarrollo se volvieron defensores del liberalismo. 
En la misma línea está el experto brasileño Luciano Wexell , al recordar que entre el siglo XVII y el XX, los pensadores William Petty (inglés), Friedrich List (alemán) y Alexander Hamilton (estadounidense) propusieron construir estrategias de desarrollo de los Estados nacionales de sus países basados en el proteccionismo, el intervencionismo estatal, la industrialización y la integración nacional y regional.
Una vez que estos países alcanzaron el estatus de potencias hegemónicas deciden “patear la escalera”. Así, explica Wexell, el proteccionismo es “una escalera por la cual Inglaterra se monta, se sube y después patea la escalera cuando está arriba. Ese proteccionismo que hoy es casi una mala palabra, es condenada por la Organización Mundial de Comercio”, en concordancia con la visión de Chang.
En la misma dirección, Buitrago dice que los estudios disponibles “no revelan ninguna relación sistemática” entre el nivel del promedio de aranceles en un país y el de barreras no arancelarias y su proporción de crecimiento económico subsecuente”.
En realidad, apunta, “el único modelo claro es que los países desmontan sus restricciones al comercio cuando son más ricos y estables. Este hallazgo explica por qué los países ricos de hoy, con pocas excepciones, lograron su crecimiento económico moderno detrás de barreras proteccionistas, pero ahora despliegan bajas barreras (selectivas) al comercio”.
De ahí que Buitrago sentencia: “La apertura e integración son el resultado, no la causa, del desarrollo económico y social”.

Ideas clásicas del comercio
La teoría clásica del comercio, como la exponen los históricos pensadores Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill, está basada en un conjunto de supuestos o abstracciones de la realidad, entre los que resalta el supuesto del mercado perfecto, un comercio perfectamente libre, y una circulación perfecta de información.
A partir de las ideas pioneras de Smith, Ricardo estableció la “teoría de las ventajas comparativas absolutas” como la razón fundamental del libre comercio. 
De acuerdo con la teoría de Ricardo, la división internacional del trabajo se basa en los costos comparativos y los países tienden a especializarse en aquellos bienes cuyos costos son comparativamente más bajos. Bajo esta visión, los países desarrollados debían especializarse en manufacturas, y los países pobres en las materias primas para estas manufacturas. 
Según Buitrago, estas nociones siguen siendo “la clave de la teoría liberal del comercio internacional” hasta el presente, y es por ello que Latinoamérica se ha desarrollado dentro de los patrones del denominado modelo primario exportador (MPE) y su inserción en el mercado internacional “ha dificultado el desarrollo y la propia cohesión e integración regional”.
Y es que, como indican las investigaciones del experto, hay poca correlación entre la apertura comercial y la reducción de la pobreza: la pobreza parece estar aumentando en los países periféricos, tanto en aquellos con regímenes comerciales más abiertos como en los que tienen regímenes más cerrados. 
“La apertura comercial ha evidenciado no ser un mecanismo fiable ni siquiera para la generación de un crecimiento sostenible, menos aún para reducir la pobreza”, sentencia. 

La relación crecimiento-gasto social-pobreza
De acuerdo con los trabajos de Quentin Wodon, actualmente Asesor del Departamento de Educación del Banco Mundial, un crecimiento del 1% puede disminuir la pobreza en 0,94% si es que todas las demás variables permanecen sin variación.
Por tanto, una tasa de crecimiento baja, asociada con una redistribución del ingreso cada vez más desigual, impide que muchos pobres superen esa situación. Y un factor adicional que interviene en la magnitud de la pobreza es la regularidad del crecimiento, y éste no ha sido regular en la región, dice Wodon.
El experto también nota una contradicción histórica en las políticas sociales de los gobiernos: éstos adoptan políticas de reducción de la pobreza en los períodos de crecimiento, y las desechan en periodos de recesión, que es cuando deberían aumentar. “Por cada 1% de reducción del PIB per cápita, los programas de reducción de pobreza bajan 2% por cada pobre”, detalla, situación que genera una reducción del PIB y una ampliación del número de pobres. 
“En contraste, cuando las economías se recuperan, la pobreza no tiende a disminuir, ni siquiera en los dos años posteriores de recuperación económica. Inclusive en los primeros años de la recuperación, la pobreza tiende a aumentar y se necesitan períodos más prolongados de crecimiento sostenido para que la pobreza empiece a descender”, advierte Wodon.
Buitrago agrega a este análisis el hecho de la “acentuada volatilidad del crecimiento”, que es consecuencia de la inserción en la economía mundial “con las estrategias e instrumentos del modelo neoliberal por los que optaron los gobiernos latinoamericanos en los noventa, sumada a las herencias del modelo primario exportador y a la alta dependencia de los capitales extranjeros”.

Mecanismos de integración regional
El Consultor del Centro de Estudios Estratégicos Canario (CEEC), Uruguay, Marcelo Mondelli, destaca que desde principios de los años noventa, promocionó el término Regionalismo Abierto(RA), una forma de apertura comercial representada por acuerdos de libre comercio, enfoque que todavía predomina en los mecanismos de integración sudamericana, como el MERCOSUR. 
A lo largo de la última década, ha habido varias críticas al enfoque del RA, pues para muchos representa la sumisión al paradigma neoliberal sin priorizar una verdadera integración entre los países, ya sea “para fortalecer estructuras productivas nacionaleso regionales, o para ganar autonomía ante los organismos globales,como la  OMC o el FMI”, resalta el académico y activista uruguayo Eduardo Gudynas.
El analista considera además que el enfoque de RA es parte de las estrategias de inserción internacional basadas en la exportación que presentan vulnerabilidades, y que no solo tienen limitaciones en términos de estructura dedesarrollo y en contenido, sino que además carecen de un grado mínimo de gobernanza más allá de lo simplemente comercial.
En palabras de Mondelli, el modelo de RA es seriamente cuestionado como mecanismo de integración porque “no prioriza la disminución de los efectos asimétricos (polarización social y económica), generados tanto por la globalización comola regionalización”.
Gudynas agrega que en el RA “no discute los conflictos regionales, las tensiones diplomáticas, las implicaciones en la seguridad nacional y las luchas de poder a nivel regional o global”. En otras palabras, la vinculación entre las naciones sólo transcurre por medio del comercio exterior, y los temas más agudos que afectan a América Latina (tensiones fronterizas, el narcotráfico o la migración) quedan en segundo plano, o bien se resolverían por medio del comercio.
En este escenario, varios analistas coinciden en señalar que el MERCOSUR ha permanecido recluido a un formato de RA que ha hecho muy poco para facilitar transacciones comerciales regionales y mejorar las capacidades institucionales del bloque.
Pasos necesarios para acabar con la desigualdad
 Para Buitrago, los países latinoamericanos deben realizar un esfuerzo por terminar con su larga historia de desigualdad, en primer lugar, reduciendo la desigualdad en: acceso a los activos productivos, acceso a una educación de buena calidad, acceso a la tierra, a los derechos de propiedad y a otros activos, tales como la infraestructura.
Igualmente propone mejorar el funcionamiento de las instituciones de mercado en beneficio de todos a través de la profundización del mercado financiero y del mercado de productos y la creación de instituciones laborales más integradoras que equilibren la flexibilidad con la protección de los trabajadores.
“El Estado debe fortalecer su capacidad redistributiva”, en gran medida a través de “las transferencias en efectivo condicionadas y ampliando al mismo tiempo la protección social para los pobres ante las volatilidades de crecimiento, y estimulando la inversión en el capital humano de los grupos más desfavorecidos”. 
Por otro lado, Ricardo Buitrago identifica al menos seis factores “perversos” en el modelo primario exportador que predomina en Bolivia y  la región,  que “traban el desarrollo y en algunos casos incluso el crecimiento en Latinoamérica”.
“Especialización y escasa elasticidad de la demanda, monoproducciones agrícolas, poca incorporación de valor agregado a los productos agrícolas o mineros, dependencia externa con empresas multinacionales de vanguardia de tecnologías genéticas, variabilidad extrema de los precios de las materias primas y alimentos, desatención del mercado nacional que, con escaso poder adquisitivo,no se contabiliza como consumidores que impulsen despegueseconómicos.
Fuente: periódico "El País-Tarija"

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