En poco más de un trimestre, el precio internacional del petróleo crudo ha caído dramáticamente. Un 25%. Ese fuerte ajuste parece haber ocurrido fundamentalmente por dos razones principales. Primero, por el inesperado aumento de la producción norteamericana, que (gracias a la explotación del llamado "shale", esto es los "esquistos") ha crecido un 80% desde 2008, lo que supone un aumento de producción del orden de los 3,9 millones de barriles de crudo por día, que -con la única excepción de Arabia Saudita- es más de lo que produce individualmente cualquier miembro del cartel exportador: la OPEP. Para el país del norte esto supone importar tan sólo el 30% de sus necesidades. O sea la mitad de lo que importaba antes de la revolución del "shale". Y haber aumentado sustancialmente la competitividad de su economía.
Segundo, por la caída de la demanda global provocada por la sensible baja del nivel de actividad económica en buena parte del mundo. Especialmente en la Vieja Europa, aunque también en los llamados "países emergentes" y en la propia China.
A lo que deben probablemente sumarse dos factores adicionales. Que los productores de "fuera" de la OPEP (los que no están "cartelizados", entonces) han aumentado su oferta de crudo en un millón cuatrocientos mil barriles diarios, frente a una demanda global que hoy crece por debajo del millón de barriles diarios. Y que Libia e Irak, pese a sus complejos problemas domésticos -desde que ambos están afectados por guerras civiles- han podido aumentar su producción de crudo y, por ende, sus saldos exportables.
Las consecuencias de la fuerte caída de los precios internacionales del petróleo crudo son de todo tipo. En primer lugar, ella puede comenzar a afectar a las explotaciones del "shale" norteamericano. Por achicar sus márgenes y entorpecer sus requerimientos en materia de capital, que son constantes. Si la actual tendencia a la baja lleva, de pronto, el precio del petróleo crudo a niveles por debajo de los 75 dólares el barril, no es imposible que la explotación de algunos de los actuales yacimientos de "shale" quede afectada.
Arabia Saudita, una vez más, es el árbitro de lo que sucede. Recortando su producción, podría -en un rato- volver a equilibrar los mercados. No obstante, por ahora no lo hace. En cambio, procura ganar participación de mercado, bajando los precios. Compitiendo, entonces. Sus reservas, que son del orden de los 800 billones de dólares, le permitirán seguir con esta política por un buen rato, con la que debilita a Irán, su rival regional, y presiona sobre las explotaciones del "shale".
La debilitada OPEP, que se reunirá el próximo 27 de noviembre, no parecería esta vez estar dispuesta a acordar, repartir y respetar un recorte general de su producción. Pese a las fuertes presiones para hacerlo que recibe de Venezuela e Irán, angustiados -ambos- por lo que ocurre.
Entre los beneficiarios de este cambio de circunstancias están ciertamente los consumidores norteamericanos, que ahora pagan unos 160 billones de dólares anuales menos que antes por los combustibles que utilizan. También está Japón, que importa todo lo que consume. Y China, que tan sólo produce el 40% de lo que su gigantesca economía requiere. Para todos ellos, como para los países importadores en general, la baja del precio internacional del crudo es una bendición.
A su vez, entre los perdedores de la situación descripta aparece Rusia, que depende enormemente de sus exportaciones de petróleo y gas, que proveen el 40% de los requerimientos de su presupuesto nacional de gastos. Para peor, Rusia está prácticamente en recesión, como consecuencia de las duras sanciones económicas dispuestas por los países occidentales por la ilegal anexión de Crimea y Sebastopol. Como la Argentina, Rusia también está fuera del mercado internacional de capitales, lo que profundiza sus dificultades.
Entre los perdedores aparece asimismo Irán -que aspira a completar las negociaciones con la comunidad internacional sobre su programa nuclear antes del 24 de noviembre próximo- y necesita un precio del barril de crudo por arriba de los 120 dólares, si de equilibrar su presupuesto se trata. Su presidente, Hassan Rohani, tiene ante sí un pueblo ansioso, descorazonado y golpeado por una pérdida constante de nivel de vida. Ha conseguido bajar la tasa de inflación del 40% anual, al 25%. Pero la economía sigue empantanada. Sin inversiones de significación. Aunque la posibilidad de un acuerdo con la comunidad internacional estaría tentando a General Motors a invertir en Khodro, la mayor empresa local dedicada a fabricar automotores. Y ha posibilitado a Boeing, después de 35 años de ausencia, la venta de mapas e información a la empresa aérea del Estado iraní. Mientras tanto, la sumatoria de las sanciones económicas y la baja del precio internacional del crudo están golpeando constantemente a Irán, uno de los principales exportadores de hidrocarburos del mundo.
También sufre Venezuela, cuya caótica economía -pese a tener las mayores reservas de hidrocarburos del mundo y a generar con crudo el 95% de los dólares derivados de sus exportaciones totales- ha sido completamente devastada por los "bolivarianos". Razón por la cual enfrenta hasta la posibilidad de un "default" en su deuda externa.
Para Venezuela hay otros impactos. Geopolíticos. Es fácil ser generoso con el dinero de los demás. La Nicaragua de Daniel Ortega lo sabe bien, porque ha venido financiando planes sociales con dineros del pueblo venezolano, suministrados por su gobierno bolivariano.
Venezuela, que creía que el petróleo era inacabable y que sus precios continuarían en alza para siempre, está comprobando que ello no es así. Con su economía en muy mal estado, ha comenzado a recortar la asistencia financiera con la que, particularmente en el área del Caribe, ganaba adeptos en los foros internacionales. Los compraba, más bien.
Ante el cambio de circunstancias, no sorprende que Nicaragua esté recortando ya, prácticamente a la mitad, tres de sus más importantes programas sociales hasta ahora sostenidos por la "beneficencia" venezolana. El primero es el llamado "Programa Productivo Alimentario", más conocido como "Hambre Cero", que ha sufrido una reducción de fondos del 55%. Este programa, en esencia, consistía en entregar a los campesinos de menores ingresos aves de corral, cerdos y alimentos para comenzar a operar pequeñas granjas, debiendo los beneficiarios devolver al Estado sólo el 20% de lo recibido. El segundo es el llamado "Programa Amor", que asistía a los llamados "niños de la calle" y a aquellos que, por necesidad, deben abandonar el sistema educativo. Hablamos de la atención de más de 43.000 niños, que ahora bajará a apenas algo más de 20.000. Otro recorte. Se trata de un programa que además atendía especialmente a los niños menores de 6 años de las zonas rurales. Tercero, también se reduce sustancialmente el programa denominados "Usura Cero", consistente en microcréditos destinados a asistir a las mujeres de escasos recursos.
Habrá que ver si las voluntades que Venezuela anudaba de ese modo comienzan o no a resquebrajarse. Lo cierto es que el escenario regional ya no es el mismo de antes. Ocurre que, por aquello de que la necesidad tiene cara de hereje, los flujos asistenciales de Venezuela parecen estar reduciéndose drásticamente.
Los "bolivarianos" lo tienen claro. Y están preocupados. En palabras del marxista José Escalona: "Este descenso de los precios del petróleo en las circunstancias actuales no es casual. Venezuela vive una situación política y económicamente complicada. El descenso de los precios del petróleo complica extremadamente esta situación y se incrementan las presiones para un ajuste neoliberal que muy probablemente pueda conducir a una derrota electoral el año próximo y a consecuencias más graves. Podría ser como el jaque mate que se viene preparando desde hace varios años". Clarísimo. Lo curioso es que no computa la tremenda ineptitud de la gestión de Nicolás Maduro.
Las remezones en el mercado internacional de los hidrocarburos están, es cierto, provocando cambios por doquier. Un nuevo escenario ha aparecido. Tenso. Cambiante. Con beneficiados y perjudicados, respecto del cual habrá que estar particularmente atentos por los posibles impactos y derivaciones que pudieran producirse. Incluyendo respecto del desarrollo de nuestros yacimientos de "shale" en Vaca Muerta, un acelerador esencial para de nuestro futuro sobre el que ahora flota un nuevo signo de interrogación.
Fuente: periódico digital "OxígenoBolivia"
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