No está clara la cantidad de petróleo, gas o carbón que aún queda bajo tierra. Pero lo que empieza a estar claro es que si lo quemamos todo para mover los coches y la industria, calentar los hogares o hacer plásticos, la Antártida se derretirá.
Un grupo de investigadores ha analizado el impacto de las futuras emisiones de carbono procedentes de los combustibles fósiles en el casquete polar.
En toda sus simulaciones, perderá buena parte del hielo y, en el peor de los escenarios, todo. No será para mañana, pero la consecuencia directa será la elevación del mar varias decenas de metros.
Un grupo de investigadores ha analizado el impacto de las futuras emisiones de carbono procedentes de los combustibles fósiles en el casquete polar.
En toda sus simulaciones, perderá buena parte del hielo y, en el peor de los escenarios, todo. No será para mañana, pero la consecuencia directa será la elevación del mar varias decenas de metros.
Las últimas estimaciones de la OPEP cifraban las reservas probadas de petróleo en casi 1,5 billones de barriles de petróleo. En la pasada década se han producido unos 160.000 millones de barriles, más que los consumidos desde 1870 hasta este siglo. Una simple división revela que queda petróleo para un siglo. Sin embargo, estas cifras hay que tomarlas con cuidado. No incluyen el carbón y, como ha demostrado el fracking, aún hay mucho gas y petróleo no convencional que el avance de la tecnología irá aflorando.
Pero, solo teniendo en cuenta las reservas hoy conocidas, un grupo de investigadores estadounidenses y alemanes ha demostrado lo arriesgado que es seguir apostando por el petróleo para mover el mundo. Partiendo del carbono liberado en su combustión y acumulado en la atmósfera y océanos hasta 2010, han medido el impacto que tendrá en la Antártida agotar las reservas que aún quedan. El interés en la evolución del continente helado es evidente: si se derritiera todo el hielo que ha acumulado durante miles de años, el nivel del mar se elevaría unos 60 metros, altura suficiente para inundar las ciudades y pueblos donde viven más de 1.000 millones de personas.
“Lo que estamos haciendo hoy, lo que hagamos en las próximas décadas, está desencadenando cambios, como la pérdida del hielo de la Antártida y el consiguiente aumento del nivel del mar, que perdurarán durante milenios”, dice la investigadora del Instituto para la Investigación del Impacto Climático de la Universidad de Postdam (Alemania) Ricarda Winkelmann, que estuvo en el continente antártico estudiando la evolución de sus hielos. “Si queremos evitar que la Antártida se quede sin hielo necesitamos dejar bajo tierra el carbón, el gas y el petróleo”, añade.
Para sostener estas afirmaciones, Winkelmann y sus colegas, entre los que está el reputado climatólogo Ken Caldeira, analizaron la evolución del carbono (C) en la atmósfera liberado por los combustibles fósiles. En 2010, punto de arranque de sus simulaciones, había en el aire unas 600 gigatoneladas de carbono (1 GTC son 1.000 millones de toneladas de carbono). Según las estimaciones del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), si se quiere mantener el aumento de la temperatura global media por debajo de los 2º, la cifra de GTC no debería superar las 1.000.
Evolución de la capa de hielo desde el escenario más optimista (cero emisiones) hasta el más pesimista (uso de todo el petróleo) / KEN CALDEIRA Y RICARDA WINKELMANN
“Mas allá de ese punto, los riesgos del impacto del cambio climático aumentan drásticamente. Si seguimos quemando todos los recursos de combustibles fósiles conocidos, acabaremos con unas emisiones acumuladas en torno a las 10.000 GTC”, apunta Winkelmann. Con un modelo climático para estudiar el comportamiento del hielo desarrollado por su instituto, la investigadora germana y sus colegas aplicaron el aumento global de la temperatura a la escala regional de la Antártida.
En la evolución del hielo antártico intervienen muchos factores, como la nieve caída, la orografía del terreno o la proporción de hielo que flota sobre el mar. Los dos agentes de cambio principales en su estabilidad son el aumento de la temperatura del océano Antártico y la del aire. Según sus proyecciones, el primero en golpear será el mar. Con el progresivo calentamiento de las aguas oceánicas, éstas irán socavando la cubierta helada marina por debajo. Según sus estimaciones, por cada grado de más, la línea de hielo retrocederá entre 7 y 16 metros anuales.
En una segunda fase, el aire más cálido rematará la faena. Recientemente se demostró que el aumento de la temperatura del aire en el polo sur está llevando más humedad al interior de la Antártida lo que, a corto plazo, aumentará las precipitaciones y, por tanto, la cantidad de hielo. Pero, en conjunción con la acción del océano, aquellas nieves solo servirán para desestabilizar la capa helada si la temperatura sigue subiendo.
La primera zona en sucumbir por culpa de la acumulación de carbono en la atmósfera será la Antártida Occidental, que lleva ya años perdiendo hielo. A partir de las 1.000 GTC, apenas dentro de 100 años de seguir la progresión actual, la siguiente zona en caer será la Tierra de Wilkes, una enorme cuenca que, por sí sola, podría provocar una elevación del mar de tres a cuatro metros. Y Wilkes ya está en la Antártida Oriental, hasta hace poco inmune a los vaivenes climáticos. Al llegar a una acumulación de carbono de 2.500 GTC, la práctica totalidad del hielo antártico se habrá derretido.En una segunda fase, el aire más cálido rematará la faena. Recientemente se demostró que el aumento de la temperatura del aire en el polo sur está llevando más humedad al interior de la Antártida lo que, a corto plazo, aumentará las precipitaciones y, por tanto, la cantidad de hielo. Pero, en conjunción con la acción del océano, aquellas nieves solo servirán para desestabilizar la capa helada si la temperatura sigue subiendo.
Según este estudio, publicado en Science Advances, aunque sus proyecciones llegan hasta los 10.000 años, la mayor parte del deshielo se producirá en el próximo milenio, con una subida del nivel del mar de tres metros por siglo. Pero será lo que se haga con el petróleo en las próximas décadas lo que determine el futuro de la Antártida.
Fuente: elpais.com
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