martes, 28 de noviembre de 2017

GAS: ¿Exportar o industrializar? Nuevos paradigmas post FPEG para Bolivia

Qué le interesa a Bolivia del Foro de Países Exportadores de Gas (FPEG)? La respuesta más contundente parecía contenida en lo dicho por el presidente Evo Morales antes del inicio del evento, cuando señaló que el tema clave de la reunión sería analizar el costo del gas ligado al del petróleo.
“En las declaraciones finales será importante tener un resultado para mejorar el precio del gas y si va a seguir indexado (ligado) al costo del petróleo. Ese es el debate”, fueron sus palabras.
En un contexto en que el valor de las exportaciones bolivianas se ha visto duramente golpeado por la baja en los precios petroleros –que determinan los precios del gas exportado a Argentina y Brasil-, la afirmación de Morales pareciera sintetizar el interés principal de Bolivia respecto a los beneficios que podría traer ser anfitriones del FPEG.
Sin embargo, el debate en sí mismo no se conoció, pues ocurrió a puertas cerradas, como casi todas las reuniones importantes del evento. Lo que se conoció fue el resultado de ese debate, contenido en la Declaración de Santa Cruz.
El punto cinco de la Declaración es el que se refiere más específicamente al tema de precios, y resuelve simplemente buscar un enfoque más equitativo de distribución de riesgos para asegurar un “precio justo” para el gas natural.
“Buscar un enfoque más equitativo de distribución de riegos en el tema de mecanismos de precios de gas, vinculado al petróleo y sus derivados, para asegurar un precio justo para el gas natural, tomando en cuenta sus ventajas en términos de eficiencia energética y primas medioambientales”, dice textualmente el quinto punto.
Evidentemente no hay un resultado claro acerca del debate sobre cómo mejorar el precio del gas, ni si éste seguirá indexado al del petróleo. Esta ausencia implica mantener las cosas como están hasta que se determine lo contrario, si es que ocurre, dentro de 2 años en la siguiente reunión del FPEG.
Es cierto que el gas, al ser el más limpio de los combustibles fósiles, tiene la posibilidad de ser la fuente energética por excelencia, junto con las renovables.
Como dijo recientemente el ministro Sánchez: “el gas se convierte en la energía más importante del mundo. El gas no es una energía de transición, vino para quedarse. El petróleo empieza a caer por la contaminación ambiental”.
Sin embargo, mientras no se avance en una posición geopolítica y geoestratégica internacional más clara para el gas, el petróleo sigue siendo la referencia.
Subasta de áreas 
hidrocarburíferas
Tanto el Ministerio de Hidrocarburos como Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), meses antes del FPEG, apostaron por convertir el evento internacional en una especie de subasta de áreas con potencial hidrocarburífero para intentar que las transnacionales visitantes se animen a invertir en alguna de ellas.
El primer día del evento, en horas de la tarde, fue destinado precisamente a ese fin: se realizó la presentación del Atlas de Potencial Hidrocarburífero boliviano, a cargo del ministro del rubro, Luis Alberto Sánchez, en presencia del presidente Evo Morales.
Qué exactamente fue lo que se presentó, y más importante, qué exactamente fue lo que se les prometió a las trasnacionales asistentes, es algo que no se conoce. La prensa fue invitada a sacar fotos y escuchar las palabras de inauguración de esta reunión, y luego fue desalojada del salón. Tampoco se pudo seguir a través de pantallas ni parlantes que reflejen lo que se hablaba.
Lo que sí se sabía es que el Atlas incluía 80 áreas con potencial de 60 trillones de pies cúbicos de gas (TCF), y que en su presentación participaron 29 empresas extranjeras.
Esa misma noche se firmaron acuerdos de inversión para explorar en la reserva natural tarijeña de Tariquía: San Telmo (dentro de la reserva) y Astilleros (que la bordea). La adjudicataria fue Petrobras.
También se adjudicó la exploración en Iñiguazú, también colindante con Tariquía, a la española Repsol, que explorará esa zona que ya fue examinada por la petrolera venezolana PDVSA, que dejó toda su información en manos de YPFB.
Estas tres áreas comprometidas suponen una inversión extranjera de más de 1.500 millones de dólares para exploración. 
En los días posteriores, se firmaron convenios entre Bolivia y Gazprom “en el marco de la cooperación para el cambio de la matriz energética y para promover el consumo de gas natural vehicular”, y también para la exploración en las áreas de Vitiacua y La Ceiba.
Como participantes menores de estos convenios también se incluyen a trasnacionales como Shell, Total, PAE.
En síntesis, los mayores esfuerzos del gobierno boliviano antes de la Declaración de Santa Cruz, fueron concentrados en lograr inversiones para explorar y buscar aumentar las reservas de gas que, hoy por hoy, sufren de una incertidumbre que dificulta una planificación sólida y una posición negociadora fuerte con los compradores.
Industrialización rezagada
La Declaración de Santa Cruz también se centra en gran medida en buscar masificar la utilización del gas como energético y combustible, y promocionarla como la energía fósil más limpia en la búsqueda del desarrollo sostenible y contra el cambio climático.
La industria se menciona ambiguamente en el punto 2 de la Declaración: “Promover el uso del Gas Natural en sus diferentes formas y sectores, incluyendo la producción de energía, transporte e industria, para el beneficio mundial y entre todos los participantes involucrados en el sector, a través de políticas y estrategias coordinadas entre los Países Miembros del FPEG”.
No se entiende si se refiere a industrializar el recurso (convertirlo en plásticos, fertilizantes, explosivos, etc.), o si simplemente se habla de su uso en procesos industriales distintos, como en la producción de cemento, hierro u otros.
Para Bolivia, las perspectivas en este aspecto han quedado cortas. Sus proyectos industrializadores, salvo el de urea y amoniaco de Bulo Bulo (con los cuestionamientos que ha despertado), están paralizados y sin novedades.
Para algunos analistas, la incertidumbre sobre las reservas de gas, además de los problemas en los procesos de licitación y contratación de las empresas para su implementación, es uno de los factores para su estancamiento.
Por ello, es entendible que el marco del FPEG, Bolivia haya buscado avanzar en resolver el aspecto exploratorio, uno de los actuales cuellos de botella en el sector.
Menos entendible, sin embargo, es que se haya olvidado la industrialización y los discursos se hayan centrado en la exportación del gas como materia prima, buscando diversificar mercados y métodos de transporte.
En este sentido, resulta emblemático que el vicepresidente Álvaro García Linera haya decidido resucitar los fantasmas del proyecto LNG en el FPEG, buscando exportar más y a más lugares.
“No solamente exportemos gas por ducto, sino que tengamos la capacidad de exportar como bolivianos y como empresa estatal boliviana LNG a mercados donde podemos conseguir mejores precios”, dijo García, refiriéndose explícitamente a la necesidad de “mirar hacia China, la India, Japón, Vietnam, Singapur, Malasia, hacia ese epicentro de la economía capitalista planetaria que comenzará a dominar este siglo”.
Estas palabras encajan perfectamente en el marco general de la Declaración de Santa Cruz, que busca fundamentalmente aumentar el consumo global de gas mediante diversas vías, mejorar las relaciones entre proveedores y compradores, facilitar el comercio y promover contratos a largo plazo.
En cambio, las palabras del presidente Morales, en la clausura del evento, que busca rescatar a la petroquímica entre las potencialidades de Bolivia, no están en el mismo tono de la Declaración. 
El que sí parece un punto interesante de la Declaración es el octavo, que busca “Fortalecer y mejorar el análisis, transferencia tecnológica, capacitación, investigación y desarrollo de la industria del gas a través de la cooperación y coordinación entre los países del FPEG a través del Instituto de Investigación del Gas, en Argelia”.
Los aspectos resaltados en este punto son fundamentales para países como Bolivia. Quedará por verse de qué manera se implementa ello, y sobre todo, cómo es que Bolivia logra o no sacar el máximo provecho de esta declaración para mejorar las capacidades de YPFB en los distintos eslabones de la cadena hidrocarburífera, en busca de lograr una soberanía energética y la postergada industrialización.
Perspectivas bolivianas 
con impacto en Tarija
Tal como resaltó Evo Morales antes de comenzar el FPEG, el debate que le interesa más a Bolivia, al menos en el corto y mediano plazo, es el de los precios. No se han alcanzado resultados concretos al respecto, y por tanto la situación no tiene perspectivas claras de cambio.
Por lo pronto, Bolivia tendrá que seguir negociando con Brasil los volúmenes y precios del gas que se proveerá al vecino país después del vencimiento del GSA (contrato de compra-venta de gas actual) en 2019.
Los precios del petróleo, que son la base del precio del gas exportado, se están estabilizando alrededor de los 60 dólares, que no está del todo mal, pero las negociaciones también se dan bajo la sombra de la incertidumbre sobre las reservas de gas en Bolivia, aspecto que está siendo bien explotado por Brasil para sacar ventajas.
Lo mismo se prevé ocurrirá con Argentina, aunque todavía hay más tiempo para pensar y negociar ese contrato.
Un factor que era importante y no se ha definido en el FPEG, es el tema de los precios del LNG transportado a través de barcos, que es y será una de las fuentes de abastecimiento de Brasil. ¿Habrán conversado el Ministro o YPFB con los abastecedores de LNG de Brasil para acordar una política de precios que no perjudique a las negociaciones y perspectivas de Bolivia? No lo sabemos.
Por ahora, la principal (y casi única) fuente de ingresos hidrocarburíferos para el país y Tarija sigue siendo la exportación del gas como materia prima. El departamento productor por excelencia deberá conformarse con las regalías actuales, mientras espera que se materialice la industrialización que podría y debería generarle réditos económicos mucho mayores.
Sea como fuere, lo que le conviene a las regiones productoras y no productoras es que, mientras se perfilan con más claridad los escenarios futuros, comiencen a mirar hacia otros lados, otras fuentes de ingresos, otros negocios.
Dejar de depender del gas, aprovechando los recursos del gas, una fórmula repetida para superar el extendido rentismo en Bolivia, pero que hasta el momento no se ha materializado en ideas y emprendimientos concretos.
Fuente: periódico "El País"

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