Vicente Valero viste un poncho que describe la historia de su grupo étnico, los Uru-Murato, con rayas de muchos colores. Reconocida como una de las culturas más antiguas de los Andes, sus miembros han sobrevivido como pescadores durante un milenio en las costas de las aguas saladas del Lago Poopó, uno de los cuerpos de agua más grandes de Bolivia, que sobrevivió el imperio inca y la conquista española.
Pero el lago que los sostiene se ha secado, amenazando la subsistencia de esta comunidad pesquera y causando estragos ambientales para varias especies, incluyendo a los flamencos rosados.
La raya azul de su poncho representa “el agua con la que sobrevivimos. Esa agua ya no existe”, dice el jefe del grupo étnico.
Señala la raya negra de su poncho: “Ésa era la oscuridad que opacaba todo antes de que aparecieran la luz y el agua. Temo que hacia allá vamos de nuevo”.
Hace casi una década, la ONU declaró que “las poblaciones indígenas serán las primeras en enfrentar las consecuencias directas del cambio climático, debido a su dependencia del medio ambiente y sus recursos”. En Bolivia, que es mayormente un país indígena, esto ya está sucediendo.
En 1986, el Lago Poopó, situado en una depresión en el altiplano a 3.700 metros sobre el nivel del mar, se extendía por un área de 3.100 kilómetros cuadrados. Se ha reducido a cinco kilómetros cuadrados, dejando sólo unos cuantos charcos en el fondo del lago, con vicuñas muertas y barcos pesqueros abandonados.
“El lago es una víctima de una tormenta perfecta del cambio climático. El Niño y las actividades del desarrollo en Bolivia, especialmente el desarrollo minero, han alterado el agua de muchas maneras”, explica Jim Shultz, un activista ambiental y director ejecutivo del Democracy Center basado en Cochabamba.
El nivel del lago ha fluctuado durante mucho tiempo y se ha secado en el pasado. Pero muchos temen que esta vez el agua ha desaparecido para siempre debido a temperaturas altas, más sedimento y desviaciones realizadas por granjeros y mineros. Los activistas culpan a los mineros cooperativistas, la gran mina de estaño estatal en Huanuni y a una operación cercana de Glencore, empresa que niega cualquier responsabilidad.
Al enfrentar ingresos decrecientes conforme bajan los precios de las materias primas, el presidente Evo Morales, quien nació y creció junto al Lago Poopó y había prometido proteger a la “Pachamama” o Madre Tierra, ha continuado la perforación del país intentando reducir las tasas de pobreza extrema a cero en la siguiente década. Pero esto está afectando a algunos de los grupos indígenas pobres que prometió defender.
Bolivia sigue dependiendo de industrias de extracción como de gas natural y minerales para impulsar la economía. Las exportaciones mineras subieron de mil millones de dólares en 2006 a cerca de 4 mil millones en 2014, conforme las inversiones en el sector crecieron casi cuatro veces en el mismo período. Más de 2,6 millones de personas pasaron a formar parte de la clase media bajo el mandato de Morales y las tasas de crecimiento están entre las más rápidas de la región.
Pero el conflicto entre el modelo de desarrollo de gobierno basado en la minería y los habitantes originales ha sido un punto crítico en la presidencia de Morales. El año pasado, hubo indignación cuando el gobierno anunció que iba a abrir siete de las 22 áreas protegidas para realizar actividades exploratorias de hidrocarburos.
Ahora, un plan del gobierno para revivir el lago está peligrando debido a la desaceleración de la economía de Bolivia, conforme los organizadores de un plan de 20 años para salvar el cuerpo de agua está luchando para recaudar los 100 millones de dólares de que dicen necesitar para llevar a cabo la primera fase de cinco años en medio de la declinación de ingresos del Estado.
Mientras tanto, las comunidades están siendo desarraigadas. Félix Condori, otro oficial uru, dice que la mitad de las 750 familias uru murato (que según la mitología son “seres acuáticos”, no humanos) han sido forzados a abandonar sus hogares y mudarse a las ciudades y pueblos en Bolivia, Chile y Argentina para buscar empleo.
“Antes había suficiente agua para darnos todo lo que necesitábamos”, dice Condori, alcalde del pueblo uru murato de Llapa Llapani. “Ahora ya no hay comida, desapareció el agua y han desaparecido los peces y los pájaros. Por eso se está yendo nuestra gente y por eso nosotros estamos enfrentando nuestra propia extinción”.
Un día en noviembre 2014, los uru murato que vivían junto al lago despertaron para ver que millones de peces se habían muerto. Un año más tarde el lago había desaparecido.
Llovió un poco el mes pasado en el Lago Poopó. Valero, quien había dejado de pescar hace ocho meses, agradeció a la Madre Tierra por haber mandado un poco de agua: “Se perderá en las grietas del fondo del lago”, dijo. “No ayudará. Pero que bueno que la Pachamama siga pensando en nosotros”.
Fuente: periódico "Los Tiempos"
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