La utilización masiva e inadecuada de la mayoría de los insecticidas y herbicidas en los campos de producción provoca la muerte por intoxicación de unas 200.000 personas al año.
En el documento titulado “Informe de la Relatora Especial sobre el derecho a la alimentación”, se determinó que casi 99% de estas muertes ocurre en países en desarrollo, donde la salud, la seguridad y las regulaciones ambientales son más débiles.
INFORME
El informe, que fue presentado ante el Consejo de Derechos Humanos en un sesión celebrada en Ginebra, también apunta contra la “pasividad de los gobiernos y organismos reguladores” y denunció “el lobby empresarial” de la industria agroquímica.
CASO BOLIVIANO
El 100 por ciento del cultivo de soya en el oriente boliviano utiliza el agroquímico glifosato para contrarrestar malezas, insectos y plagas. La soya boliviana, al igual que en otros países vecinos, es íntegramente transgénica. Entre 1013 a 2016, Bolivia importó 162.000 toneladas de plaguicidas por un valor de $us 85 millones de dólares.
IMPACTO
Hasta el presente, los productores cruceños no han realizado estudios sobre el impacto del uso de químicos en los cultivos, ni en la degradación de la biodiversidad. Los mismos se han expandido en el este y el norte de Santa Cruz.
SOYA CRUCEÑA
Este año se sembrará la oleaginosa en 1.3 millones de hectáreas y se tendrá una producción promedio de 2.5 toneladas por hectárea. Es decir, menos de lo que se produce en Brasil que es 5.5 toneladas por hectárea, según dijo el productor de semilla, Danilo Patriota.
Por su parte, el gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (Ibce), Gary Rodríguez, aseguró que el glifosato pierde toda su toxicidad cuando entra en contacto con la tierra y el agua, por lo que resulta ser inocuo y no implicaría riesgos para los consumidores y el medioambiente.
ESTUDIO
“Es hora de derrumbar el mito de que los agroquímicos son necesarios para alimentar al mundo”, sentenció el estudio elaborado por, Hilal Elver y Baskut Tuncak, dos de los mejores expertos en productos tóxicos y derechos humanos de la ONU.
FRONTERA AGRÍCOLA
“La producción agrícola se ha incrementado. Ello se ha logrado a costa de la salud humana y el medioambiente, y al mismo tiempo el aumento de la producción no ha logrado eliminar el hambre en el mundo. La dependencia de plaguicidas es una solución a corto plazo que menoscaba el derecho a una alimentación adecuada y el derecho a la salud de las generaciones presentes y futuras”, afirman los especialistas.
SEGURIDAD ALIMENTARIA
Por otro lado, el trabajo desmiente rotundamente que sean necesarios químicos y transgénicos para acabar con el hambre, como suelen publicitar para justificarse la mayoría de las empresas: “Sin utilizar productos químicos tóxicos, o utilizando un mínimo de ellos, es posible producir alimentos más saludables y ricos en nutrientes, con mayores rendimientos a largo plazo, sin contaminar y sin agotar los recursos medioambientales”.
EFECTOS
El trabajo confirma los efectos de los agrotóxicos en la salud, hecho negado sistemáticamente por las empresas y periodistas del agro. “Las mujeres embarazadas que están expuestas a plaguicidas corren mayor riesgo de sufrir abortos espontáneos y partos prematuros, y sus bebés, de sufrir malformaciones congénitas. Estudios han constatado la presencia de diversos plaguicidas en el cordón umbilical, probando la existencia de una exposición prenatal”, remarcan.
PLAGUICIDA GLIFOSATO
El informe de NNUU toma como referencia la situación del glifosato, utilizado en la producción de soja transgénica, maíz y algodón, entre otros. “Ha sido presentado como menos tóxico que los herbicidas tradicionales pero existe una considerable división de opiniones acerca de su efecto. Estudios han señalado efectos negativos en la diversidad biológica, la flora y fauna y el contenido en nutrientes del suelo”.
El informe precisa que tres empresas (Bayer-Monsanto, Dow-Dupont, Syngenta-ChemChina) aglutinan el 65 por ciento de las ventas mundiales de agroquímicos y el 61 por ciento del mercado de semillas. “Las transnacionales ejercen un extraordinario poder sobre la agenda regulatoria, las iniciativas legislativas y la investigación agroquímica a nivel mundial”, concluye la investigación.
Fuente: periódico "El Diario"
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