Entre la sequía y la contaminación, así se debate este municipio de la provincia Aroma de La Paz. El 90 por ciento de sus habitantes consume agua de pozo. En ésta se han identificado bacterias.
Ésta no es una historia de agua potable contaminada de esas que se cuentan en las grandes ciudades capitales donde, por falta de mantenimiento de las tuberías y por las fugas, corren bacterias y virus. Ésta es una historia de aguas no salubres bebidas por años por miles de pobladores y que son la causa principal de crónicas enfermedades infecciosas gastrointestinales. Collana es un caso emblemático de los muchos que existen en el altiplano.
El municipio de Collana, que está a 70 kilómetros de la ciudad de La Paz, alberga a casi 3.000 almas y es allí donde mejor se refleja la brillante blancura de la portentosa cordillera de los Andes. Este lugar tiene agua sólo la primera mitad del año. La segunda no, porque no llueve.
“Desde junio comienza a escasear, en julio, agosto y septiembre hay muy poca y en octubre, noviembre y diciembre casi no tenemos agua”, cuenta Hugo Chipana, alcalde municipal de Collana, hombre de origen aymara.
Dos tipos de agua se consumen en Collana: de pozo y de grifo. El 90 por ciento de los habitantes bebe la primera.
Timoteo y su burro tienen sed
Sus pies desnudos y agrietados asoman por los espacios que dejan las sandalias hechas de goma reciclada de camión. Se abren paso por el seco pajonal pisando el suelo erosionado. Atrás camina su burro cargando cuatro galones, aún vacíos.
Desde sus siete años, ahora tiene 75, Timoteo Mollo hace largas caminatas para traer agua a su casa. Recorre dos veces por semana el sendero que lo lleva al pozo más cercano en dos horas.
Están cerca. Es un día de invierno en Ichuraya Chica, uno de los pueblos más pobres del municipio. El viento helado sopla inclemente penetrando sus huesos ya cansados, pero el sol, que en estas alturas es despiadado, hoy entibia sus ropas.
Por fin a lo lejos se vislumbra esa suerte de hueco de varios metros de profundidad con barro en el contorno y que fue excavado de manera rudimentaria. Éste contiene la recompensa por la que anduvieron tanto.
Se acerca y con un receptor de plástico, mitad de lo que fue una botella, despeja el agua de las ramas y otros estorbos para sacarla lo más clara posible. Su sed, la costumbre de hacer lo mismo hace tantos años y el placer de sentirla fresca deslizarse por su garganta seca no le permiten siquiera pensar en que podría estar contaminada y hacerle daño. El agua se ve ligeramente turbia.
El burro, unos pasos más adentro de la orilla, también sacia su sed. Después de ingerir varios litros y vencido por la incontinencia, procede ahí mismo a liberarse placenteramente de sus líquidos internos, que se mezclan y mimetizan con las aguas del pozo. De esa fuente beberán otras personas y otros animales.
El agua está contaminada
En estos tiempos de sequía, Zenobia Mamani, de 48 años, alimenta a sus cuatro vacas con la seca paja brava extendida por el altiplano. Los frescos pastizales verdes y su delicado rocío de enero y febrero son parte del pasado. Las costillas de los animales pueden contarse y sus huesos puntiagudos dan cuenta de su flacura.
Cuando no están atadas, las vacas se precipitan al pozo para succionar sin pausa varios litros de agua. Hoy, mientras beben, Zenobia saca de su bolsillo una bolsa con cal que vacía en el pozo y mezcla con la ayuda de un palo. “Con esta cal los gusanos van a morir”, sentencia. Ponerle cal a los pozos de agua es una práctica común en los pueblos del altiplano boliviano.
Dos muestras de agua fueron llevadas al Laboratorio de Calidad Ambiental de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) de La Paz, una de pozo del pueblo Ichuraya Chica y otra de uno de los grifos de Collana, ambas del mismo municipio.
El responsable del laboratorio, Jaime Chincheros, encontró heces (coliformes fecales) en el caso de la prueba de pozo. “En esta muestra —explica el especialista— existen 130 bacterias coliformes fecales por cada 100 mililitros de agua, lo recomendable es su ausencia o que sean menores a cinco por cada 100 mililitros”.
Para Astrid Boutier, directora de la Unidad de Medio Ambiente y Cambio Climático del Ministerio de Aguas, esta elevada cantidad de bacterias “es un indicio de que ese suministro puede estar contaminado con aguas negras u otro tipo de desechos en descomposición”.
La muestra de pozo tiene alto grado de turbiedad y evidente presencia de sólidos totales o partículas suspendidas (411 miligramos por cada litro). Chincheros recomienda no consumirla y menos mezclarla con cal, ya que “sólo le baja la acidez para mejorar el sabor, pero no elimina las bacterias”.
Para el laboratorista, las alternativas serían filtrar el agua o echarle cloro, dos opciones difíciles por sus costos.
Boutier dice que la presencia de sólidos totales está por debajo de lo permisible (1.000 miligramos por litro). Éstos pueden ser eliminados hirviendo el agua.
El agua de grifo es escasa
Collana, que también así se llama el pueblo más importante del municipio, cobija, entre árboles de oscuro verdor, a 300 habitantes. Está rodeado por cerros surcados por vertientes que conducen el agua a un estanque de almacenamiento. De allí fluye por una red de cañerías a los domicilios. Es una obra construida hace 50 años.
Sin embargo, el agua sólo fluye cuando llueve y las lluvias ya cesaron. Afortunadamente el tanque no está vacío, pero lo estará…
Martín Mamani, de 60 años, abre el grifo de su casa y consigue la salida de un mezquino chorro de agua cristalina. “Tenemos suerte, no siempre hay agua,” dice y sonríe por su logro.
Ante la inminente escasez, sólo queda racionar el consumo y cambiar de hábitos. El alcalde Chipana emitió una ordenanza municipal que prohíbe que los habitantes de todo el municipio laven vehículos y construyan adobes en estos meses.
El agua cristalina que llega a las casas no es potable, pero puede ser consumida por sus vecinos. Presenta bajos niveles de hierro y manganeso que es algo que podría esperarse por las obsoletas tuberías.
“El agua de grifo analizada presenta niveles por debajo de los límites permisibles tanto para la Norma Boliviana 512, como para el Reglamento en Contaminación Hídrica para calidad de agua para consumo humano, dos bacterias de las cinco permitidas en 100 mililitros de solución, lo cual indica que está en los rangos de agua potable”, confirma Boutier.
El problema de esta agua no es la calidad, sino la falta de acceso a su suministro. Sólo llega al 10 por ciento de los 3.000
pobladores.
Juan, uno de miles
Juan (nombre ficticio), niño de dos años que llegó deshidratado al Centro de Salud de Collana, tiene los ojos hundidos, el vientre voluminoso y la boca seca. La doctora Mercedes Mayta le aplica un tratamiento de shock con suero y sales minerales de rehidratación oral. En unos días más se recuperará o, como miles de niños pobres en Bolivia, morirá víctima de alguna enfermedad de diarrea aguda (EDA).
“Los medicamos, recomendamos que no tomen agua que no sea hervida, pero igual luego vuelven con los mismos síntomas”, cuenta Mayta, quien da una cifra preocupante: “De 10 niños que atendemos, cinco tienen EDA”.
De acuerdo con el informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) “Estado Mundial de la infancia 2008”, basado en la Encuesta Nacional de Nutrición, Línea Base, 2007, “un 46 por ciento de los niños bolivianos, menores de cinco años, padece enfermedades diarreicas causadas principalmente por su falta de acceso a agua segura y por la carencia de hábitos de higiene saludables”.
La prevalencia de diarreas en niños menores de cinco años llega a un 73 por ciento en las zonas rurales de Bolivia y al 30 por ciento en las áreas urbanas.
Las enfermedades transmitidas por el consumo de agua en esta región son, principalmente, el cólera, la fiebre tifoidea y la disentería. Aunque la mayoría de los afectados son niños, Mayta también tiene, aunque con menor incidencia, pacientes adultos con crónicos males estomacales.
La esperanza
Remberto Mamani, concejal municipal, sueña con una represa que permita almacenar agua que pueda ser potabilizada y abastezca a todos los habitantes del municipio. “El agua de pozo no puede ser para la gente, nosotros queremos perforación de pozos para riegos de forraje para los animales y para cultivos de productos agrícolas en tiempo de sequía”.
Las autoridades de Collana encontraron en los archivos de la Gobernación de La Paz dos proyectos para su municipio, uno de ampliación de la red de cañerías y potabilización del agua, y otro de perforación de pozos de agua subterránea. Nadie sabe cómo encontrar a los autores de estas investigaciones. Por ahora, estos documentos son sólo una esperanza.
En tanto, dos ancianas cargan cada una en sus espaldas un voluminoso bulto de cebada y llevan en una mano un galón de agua. El vehículo “4 x 4” se detiene, les ofrece llevarlas. Aceptan. Acomodan la carga. Suben. Un olor de humo desprende su ropa. No hablan español, pero se entiende en aymara que están agradecidas. Hoy tuvieron suerte, no tendrán que caminar como ayer y como mañana.
El líquido contaminado mata más que las guerras
El agua, un derecho humano y universal
El pasado 28 de julio, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció la resolución presentada por el Gobierno de Bolivia para que el agua y el saneamiento sean declarados como un derecho humano. La propuesta estuvo sustentada en datos alarmantes que dan cuenta de que “tres millones y medio de personas en el mundo mueren por enfermedades transmitidas por agua contaminada, cifra mayor a las muertes provocadas por las guerras”.
En ese escenario se supo también que “la diarrea es la segunda causa más importante de muertes de niños por debajo de los cinco años. La falta de acceso a agua potable mata más niños que el sida, la malaria y la viruela juntos. A escala mundial, aproximadamente una de cada ocho personas no tiene agua potable. En sólo un día, más de 200 millones de horas del tiempo de las mujeres se consumen para recolectar y transportar agua para sus hogares”.
La situación de la falta de saneamiento es aún mucho peor porque afecta a “2.600 millones de personas que equivalen a un 40 por ciento de la población mundial”. Se mencionó también que “la gran mayoría de enfermedades en el mundo son causadas por materia fecal. Se estima que el saneamiento podría reducir en más de un tercio las muertes de niños por diarrea. En todo momento, la mitad de las camas de los hospitales de todo el mundo están ocupadas por pacientes que padecen enfermedades asociadas con la falta de acceso al agua potable y la falta de saneamiento”.
El resumen informativo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), referido al día Mundial del Lavado de Manos, da cuenta de que en Bolivia “la falta de acceso equitativo al agua potable y saneamiento es una de las principales causas de mortalidad materna e infantil a lo largo y ancho del país”.
Fuente: periódico "La Prensa" La Paz-Bolivia - 29/08/2010
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