lunes, 4 de mayo de 2009

El Salvador espera gas peruano


El Salvador, al igual que el resto de los países de Centroamérica, tiene serias carencias energéticas por su condición de importador neto de energía fósil. La combinación de insuficientes inversiones para la generación de energía eléctrica y una elevada factura por la importación de combustibles líquidos ha incrementado las limitaciones de crecimiento económico del país. Por otra parte, el uso de la madera como combustible amenaza erosionar los pocos terrenos aptos para el cultivo que sobreviven en El Salvador. Pero esta pésima matriz energética podría cambiar en forma radical con la utilización de energías alternativas. A muy corto plazo, El Salvador podría comenzar a caminar por la senda de la producción propia de biocombustibles y la utilización de gas natural, proveniente de los yacimientos de Camisea en Perú, para la generación de electricidad. Todo depende de los incentivos y facilidades que otorgue el sector oficial para que los proyectos se construyan y entren en operación lo antes posible.

Desde hace más de una década, El Salvador ha participado en las diferentes iniciativas subregionales para encontrar soluciones comunes al problema energético, a partir del uso del gas natural y de otras fuentes alternas. A pesar de la buena voluntad de los gobiernos centroamericanos, tales iniciativas no se han concretado porque no hay el consenso en torno a premisas vitales, como unificación de leyes y normas; ausencia de un suplidor regional estable y a largo plazo; precios de referencia para el comercio de la energía, y definición de espacios territoriales para la construcción de infraestructura.

En el pasado reciente, en el marco del Programa de Integración Energética Mesoamericana (PIEM), coordinado por la Comisión Económica para América Latina (Cepal), se consideró como alternativa llevar el gas a Centroamérica a través de gasoductos desde México, Colombia o Venezuela, pero las tres alternativas de suministro, por diferentes razones, no fueron viables. En tanto, en Perú, un proyecto de vieja data se materializó. Con la ayuda financiera del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las reservas de gas natural de Camisea ahora ayudarán a México a resolver parte de su déficit energético con GNL. Pero el proyecto es suficientemente grande para contemplar otros potenciales clientes en la costa del Pacífico. Es posible que una parte de la exportación de GNL peruano se quede en El Salvador para alimentar una planta de generación eléctrica de gran capacidad. Ya Trinidad y Tobago tiene una experiencia similar con Puerto Rico y República Dominicana, a los que deja una parte del GNL que llevan los barcos en su camino hacia Estados Unidos.

Diego González Cruz, consultor del BID y analista especializado en el sector energético, señala que actualmente, con “los avances tecnológicos es posible construir costa afuera plantas para recibir GNL de manera que no se necesita disponer de un espacio en tierra firme. También se ha logrado simplificar y bajar los costos de las instalaciones para regasificar el GNL y llevarlo a los consumidores finales. Así mismo, hay barcos que no sólo transportan GNL sino que están acondicionados para regasificar el hidrocarburo. Hay toda una gama de posibilidades, siempre y cuando exista un suplidor confiable”.

En opinión de González, el principal escollo para la gasificación de Centroamérica ha sido garantizar el suministro. México ahora importa GNL; las reservas de Colombia todavía son modestas; en Venezuela no terminan de arrancar los proyectos de GNL sustentados en los potenciales con los yacimientos de gas libre costa afuera, y Bolivia sigue sin salida al mar. De allí la importancia estratégica que ahora revisten las reservas de gas natural de Camisea y el proyecto Perú GNL.

Fuente: Petróleo Internacional http://www.petroleo.com 04/05/2009

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